lunes, 30 de enero de 2017

La Batalla















No, hoy no estoy derrotado.
A pesar de que me veas atravesado por esa espada, no estoy derrotado.
A tu lado, estuve en millares de batallas y nunca bajé la bandera.
Nunca me di por perdido. Sigo en pie.
Me podrás ver en este momento, terriblemente herido. Terriblemente desangrado, pero no esto derrotado.
Esas batallas me dejaron tantas cicatrices que ahora no veo el color de mi piel., No veo esta malla de acero que debía protegerme. Se ha caído a jirones. Se ha destrozado, al igual que mis emociones y que mis estúpidas esperanzas. No, su majestad, no estoy derrotado.
Alzo la cara el viento y el frío gélido me recuerda que estoy vivo, que estoy consciente que debo estar presente en esta batalla.
Me levanto una y otra vez, pero son demasiados. Son demasiados. No creo poder.
Y recuerdo cómo inicié esto. Recuerdo que esto no es batalla de una noche. No es permitirme abandonar. No existe esa palabra en su vocabulario, su majestad.
Recuerdo que el juramento no era hasta que viera perdida la batalla. No. El juramento era más allá. El juramento indicaba que era hasta la muerte. Hasta que el cuerpo no resistiera. Hasta que el último miembro de mi exigua humanidad no pudiera dar más de sí.
Y aquí estoy. Entregando esa parte de mí ser. Entregando lo que debo de entregar.
Esto no se acaba hasta que se acaba.
Y sigo, me levanto y ondeo la bandera.
Y escucho el estallido de los tambores y escucho el resonar de las trompetas.
Y la caballería llega.
A hace lo propio. Y me siento satisfecho.
Pero no.
No es momento de abdicar, no es momento de bajar las manos. No es momentos de decir “cumplí”. Claro que no. Por el contrario…
Es  momento de levantarse, de decir aquí estoy. No me crean muerto. No lo estoy aún.
Y con mi muñón amarrado a la bandera, me levanto y agito.
Y agito como si en ello se me fuera la vida. La agito como si de ello dependiera la batalla. La agito como si solo para eso hubiera n acido. Agito la bandera si como solo para ello estuviera hecho. Sí, su majestad, esa es mi labor, y cumplo con creces.
Y la sangre derramada me indica que esto es.
Que aunque no quiera, esto dio de sí.
Es entonces. Hasta entonces, de me derrumbo. Estrepitosamente, hasta el suelo.
Y bebo de mi sangre, que sale a raudales de mis pulmones. Y siento el sabor de la victoria. Lo paladeo
Y es entonces cuando decido morir, su majestad.
Es entonces cuando confirmo que no le he fallado, su majestad.
Lo he hecho por usted.
Por Usted y el reino.

Dios salve a la reina, su majestad.

29 de Enero de 2017
Nuevo Casas Grandes, Chihuahua