domingo, 28 de diciembre de 2008

Caminando



¿Dónde estamos ahora?, preguntó Ramiro a nadie en especial. Yo creí que tú sabías, que por eso nos estabas guiando, contestó Cristina. No… yo solo estaba caminando y como nadie dijo nada, pues seguí caminando.
—¿O sea que estamos perdidos?
—No. Sólo que no sabemos dónde estamos.
—¡Es lo mismo! —gritó Cristina. —Si no sabes dónde estamos, entonces estamos perdidos. Es sencillo.
—Tan sencillo como dar media vuelta y volver sobre nuestros pasos hasta el punto de partida.
¬—¿Y regresar después de haber caminado quien sabe cuantos millones de días? ¡Estás loco!
—No seas exagerada. Solo fue un par de días. Tal vez más.
¬—¿Un par de días? Estás loco si crees que voy a regresar y caminar varios meses para terminar donde empezamos.
¬—¿Entonces qué quieres hacer? ¿Seguir caminando como desesperada hasta que te encuentres algo que te indique dónde estás? Eso si lo encuentras.
—¿Por qué no? Siempre adelante. Es posible que en un par de horas encontramos una señal.
—Claro. También es posible que jamás encontremos esa señal. Si regresamos es seguro que llegaremos donde estábamos. Un poco lejos, pero llegaremos.
—¡Arriésgate, pinche Ramiro! Me encabrona que siempre estés con tus indecisiones porque no ves un lugar seguro donde pisar. Creo que a veces deberías dejarte llevar un poco más. No seas tan acartonado.
—Sí, claro. Sigamos caminando y en una semana estaremos muertos. No nos queda mucho agua, comida comienza a escasear… No te ves muy entera, como que comienza a afectarte el sol.
—Solo un poco… —admite Cristina con incomodidad y odiando darle la razón a Ramiro. —Pero es por eso que debemos seguir adelante… Sería un desperdicio si ahora regresamos.
—¿Pero que no ves que te estás dañando? Tu solita te estás lastimando. ¡Al rato solo serás piel y hueso!
—¬Si quieres regresar, adelante. Yo ya te he dicho que seguiré y no importa si lo logro o muero en el intento. Nada más déjame agua y un par de cigarros.
—No entiendes, ¿verdad? Debería dejarte a tu suerte para que vieras a qué me refiero. Sentir así de cerquita la muerte.
—Pues ándale. Vete. Bien sabes que no te necesito. Lo haré contigo o sin ti.
—Sí, no hay más remedio. Me voy a pesar de que siempre has significado par… —y cortando las palabras de Ramiro un golpe de viento atravesó entre ellos, mandándolos al suelo y cegándolos por la fina arena que levantaba en torbellinos. El vendaval sonoro no les permitía llegar los gritos del otro, y la cortina de arena amarilla no los dejaba ver a más de 30 centímetros.
Ciegos y sordos tuvieron que buscarse desesperadamente al ras del piso. La fuerza y el ruido del viento eran tales que en un descuido podían arrastrarlos varios cientos de metros. La arena golpeaba como agujas de cristal en los brazos, en la cara, en las piernas…
Cristina sintió de pronto una garra que apresaba con ansiedad su mano, y ella con un impulso sobrehumano la jaló, al tiempo que saltaba sobre eso. Antes de que el viento los separara, Ramiro y Cristina se abrazaron fuertemente sintiendo un enorme alivio. Inmediatamente el viento cesó y la arena se depositó nuevamente. Despacio, ambos abrieron los ojos.
—Creí que te perdía —dijo Ramiro con un hilito de voz.
—Sí… yo también —¬dijo ella aún más bajo. Se levantaron despacio y se sacudieron la arena de las ropas. Callados, se vieron de reojo.
—Entonces… ¿te vas a regresar? —preguntó Cristina dudosa.
—Este… yo creo que sí. ¿Y tú? Se está haciendo tarde. Tal vez…
¬—¿Por qué no acampamos aquí y mañana temprano te regresas? —propone Cristina.
—Sí… sirve que esta noche conseguimos más agua para que no te vaya a faltar —medita Ramiro en voz alta.
—Entonces deja armo la casa de campaña.
—No, no. Yo la armo. Guarda fuerzas —propone Ramiro y se toman de las manos al tomar al mismo tiempo la casa de campaña. Se quedan viendo y ambos ríen abiertamente.
—Regresar no es tan mala idea… —¬dice ella.
—Tomar el riesgo puede ser bueno… —dice él. Se miran tiernamente dejando que las palabras hablen por ellos. Se dan un beso profundo. Muy profundo.
Después entran a la casa dispuestos a cenar un poco y hacer el amor toda la noche. Los demás entran tras ellos.



Colima, Col.
12 de Abril de 2004.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Ya hoy es otro día



Ya hoy es otro día. Un día en el que ya no estás. Un día en el que la rutina se ha vuelto una parte importante del sentir cotidiano, algo así como una redundancia. Un redundir muy extraño. Del que pocas veces te escapas y viajas a miles de minutos atrás, miles de kilómetros atrás, pero que sientes que nunca te has movido. Del que te desplazas a grandes velocidades y a grandes velocidades regresas sin cesar. Un desdoblamiento, por así decirlo.
Que cada día te vuelves menos, que cada día sabes menos, a pesar de tus retuércanos que sientes, y que le das a cada momento pisado. Una vida que te gustaría otra, pero que nunca es lo suficiente ajena como para que puedas decir que has descansado. Una vida que corre paralela a ti, a tus hombros, que ves como tu misma caminas a tu lado, como fumas de tu cigarro, como estiras tu misma otra mano para tomar la otra perilla y abres la otra misma puerta. La única pequeña diferencia es que tu misma otra tu es la que está feliz, la que sonríe al tomar, al caminar, al decir. No eres más que un mal reflejo de ti misma.


15 de Enero-28 de Abril de 2006
México, D.F.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Agonía



Y la estepa murió. Y yo quedé volando en un espacio intermedio, tan lejos del suelo que no supe dónde quedaron mis pies. No supe adónde viajo mi cerebro. No tengo idea de qué le pasó a mis infiernos. Mis difíciles infiernos.
Ni siquiera mis pieles sufren de la agonía. No estoy completo sin tus artificios. Y no lo estaré jamás sin tus dudas absorbidas por el incierto temor del que eres presa. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo hacerlo funcionar? Ya está más dañado que esta pobre confabulación de malignos espíritus, más muerto que la conífera húmeda y corrompida por las manos calludas del famélico demonio, más putrefacta que ninguna de las hermosas veredas por las cuales viajo de forma conspicua y apabullante.
Ya no hay salvación posible. Que he muerto y reposo en mi aposento oscuro y coagulado, donde las paredes me devoran y los pisos me presionan. Ciegas serpientes arden mis entrañas, pequeños buitres rascan mis recuerdos, concisos lamentos llenan mi cerebro. Me desintegro en etapas y me conformo en moléculas volátiles, contráctiles, perfectas, amorfa.



2 de Septiembre de 2000.
México, D.F.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

2K


—Este planeta se está llendo al carajo.
—¿Se está yendo al carajo? ¿Por qué? —se extrañó Carlos ante el comentario tan incongruente a mitad del túnel que unía Universidad con Copilco.
—¿Cómo por qué? Todo en un principio estaba muy bien, hasta que apareció el hombre. Y hasta eso, el hombre comenzó muy bien, pero después fue degradando en lo que es ahora. Los grandes filósofos chinos, los griegos y sus conocimientos básicos, que después seguirían rigiendo al mundo, el año cero, la gran Roma, sus conflictos, la Edad Media, epidemias, la Edad Media, fe ciega en la religión, más Edad Media, imprenta, los grandes viajeros, los grandes descubrimientos, las terribles luchas de colonización y colonialismo, 13 de agosto de 1521, el renacimiento, los grandes pintores, los grandes pensadores, Leonardo de Vinci, piratas, expansiones territoriales, guerras civiles, retos geográficos, guerras de independencia, la ciencia comienza a abrir los ojos tras el oscurantismo, más guerras civiles y de independencia, socialismo, capitalismo, monarquías, desarrollo tecnológico, revolución industrial, TNT, disputas por fronteras, fábricas en serie, máquinas de vapor, fabricación de automóviles en altas cantidades, explosión demográfica, guerra mundial, avance en las comunicaciones, aviones, barcos, cables, bulbos, avance tecnológico a gran escala, dirigibles, Hindenburg, sobrepoblación, otra guerra mundial, inicio de la era atómica, guerra fría, contaminación, lucha por el poderío económico y tecnológico, transistores, el Che entra a La Habana, hombres en el espacio, satélites, huellas terrestres sobre la superficie de nuestro astro hermano, The Beatles, Coca Cola, revueltas estudiantiles, México 68, rock ‘n’ roll, Cassius Clay, Black Power, Vietnam, luchas por religión, por territorio, por dinero, drogas al por mayor, psicodelia, LSD, peace and love, marihuana, kilómetros y kilómetros de carreteras, contracultura, envenenas tu cuerpo con sustancias legales, destrucción de bosques y selvas para aumentar la mancha urbana, microcircuitos, inversión térmica, pop, energía atómica, condones, dinero de plástico, Comunidad de Estados Independientes, Biosfera II, síndrome de inmunodeficiencia adquirida, concepción in vitro, el sexo puede matar, la era del sílice, computación, código binario, Internet, vida virtual, jitomates en el espacio, niños con armas automáticas, vacas locas, armas bacteriológicas, bases espaciales, diez líneas del metro, euros, clonación… ¿Te parece suficiente o quieres que siga con la lista?
—No, ya entendí. Pero eso se sabe desde antes de que tú nacieras. ¿Por qué te preocupas hasta ahora?
—Porque sólo falta la gota que derrame el vaso, el reloj ya está a punto de juntar sus manecillas, el último grano de arena caerá. Te queda menos de un año para hacer tu testamento, que obviamente, nadie heredará. 2000, MM, 2K, two thousand… como le quieras llamar.
—¿Tú también eres de esos alarmistas que creen que el mundo se va a acabar el año dos mil? Yo creí que eras más centrado, más realista, más creativo. No sé, me decepcionas —mencionó Carlos al ver los letreros en el andén que decían División del Norte. Ellos aún no bajaban del metro y varias personas a su alrededor los miraban de soslayo. Jamás le ponía atención a su amigo cuando viajaban en metro. Solía divagar mentalmente, con la vista fija en algún anuncio de escuela técnica, o en las palancas de emergencia. Hubo una vez en que, excitadísimo, descubrió un medidor que medía la presión del cilindro de freno, y cada vez que se acercaban a una estación, observaba como el medidor subía, y al frenar por completo, bajaba. Carlos tuvo que soportar a su amigo varios días con aquella visión del metro.
—No es alarmismo. Esto es real. Dime que falta por hacer. Algo por lo que el mundo deba esperar. ¿Eh? Nada. Ya no hay nada que descubrir, nada por inventar, nada que destruir. Ya todo está hecho. Ya sobramos aquí, y como llegamos, desapareceremos. Terminaremos destruyéndonos con nuestras propias manos. Un germen indestructible, una fisión incontrolable, una tala a escala mundial, CFC’s y aerosoles, desperdicios radioactivos, un loco con el dedo en el botón, escasez de alimentos, venenos enlatados, violencia ínter, intra y extrarracial, periodismo amarillista, Pentium…
—Hey, aquí bajamos, ¿no? —y Carlos agradece que ya llegaron a la estación en la que deben bajar. Nadan contra corriente en una marea humana y después sólo se dejan llevar por la suave ola humana que los guiará a la salida.Carlos entrecierra los ojos al salir a la superficie y dar de lleno con el sol de la tarde.
—Ya ves, pasamos más tiempo bajo tierra que comiendo. Lombrices naranjas corriendo bajo nuestros pies, llevando en su vientre miles de personas en una estúpida procesión: de su casa al trabajo, y viceversa. Repetido infinidad de veces. Dime, ¿realmente crees que no se va acabar el mundo en el año dos mil, en el año que entra? 23:59 horas del 31 de Diciembre de 1999.
—¿Quieres un cigarro? —pregunta Carlos a su amigo, para ver si con algo entre los labios puede mantenerlos cerrados un poco más de tiempo, y dejarlo de molestar en ese día que casi no hay gente en las calles y poca contaminación en la ciudad.


Febrero de 1999.
México, D.F.