viernes, 9 de octubre de 2009

A la mañana siguiente

Súbita mañana que despiertas y sientes que la cama está de cabeza. De esas mañanas como pocas en que despiertas sin sueño. Solo abres los ojos y ahí está: ese techo blanco mirándote desde arriba y preguntándote qué demonios de tu vida.
Y eso te preguntas: qué demonios de mi vida. Al fin que ni querías. Y desechas ese pensamiento porque aún tienes esa sensación extraña de tener los pies en la cabecera y la cabeza en etcétera. ¿Por qué habrás dormido así? ¿Qué tienes de malo para no dormir como una persona cualquiera? Es que no eres una persona cualquiera. Eres una persona que le dan miedo las gotas de limón en la fruta de la mañana. Eres quien ríe por pisar un chicle. Y hasta te deprimen los chocolates derretidos en la guantera del coche.
Esta mañana de locos ni siquiera puede ponerte a pensar, tratándote de decirte algo. Que llegues conmigo para evitar lo demás. Que no quieres recordar lo que el espejo te dice a gritos. Que un doblez más puede romperte, una vuelta de tuerca, un paso más, un hielo opaco... de esos que se ponen blancos y no son transparentes. ¿Por qué siempre te toca por lo menos un hielo blanco?
Cosa de día que no quieres ni pensar. Mejor evitas todo y te concentras en nada. ¿Para qué preocuparte si no tiene solución?
Pero tu crees que sí, que puede haberla y te lanzas como un resorte a buscarla. Y te bañas con más alegría fingida que con alegría real. Te vistes, te peinas y al momento de ponerte ese perfume te creas una capa de protección invisible que solo es imaginaria. Porque al abrir la puerta, te sientes tan vulnerable como la víspera. Pero haces de tripa corazón y sigues adelante. Total, que los chicles en la suela no son un obstáculo.
Y pierdes toda conexión contigo. Y te evades como no deberías. Y haces que el mundo gire a tu alrededor pero sin tocarte. Como esos mostradores que dicen "no recargarse" y solo pones los antebrazos sin relajarlos totalmente. Casi suspendidos a cero centímetros del vidrio. Asegurando que no les pasará nada, pero no quieres averiguarlo. No por el vidrio, si no por el cristal, la bola de cristal que te está rodeando. Que te aleja de los demás.
Ese café ni siquiera sabe bien, pero dos de azúcar opacarán la sensación de tierra en los dientes. Y seguirás con tu camino.
Pero a la larga te derrotará, y regresarás peor a casa. Con el agotamiento de mantener el planeta a raya, sin que te toque. Y lo atribuirás al cansancio del trabajo. A la mala alimentación. Al mal dormir.
Claro, dormir. 
Y evitarás el pensarlo. Aún cuando ya estés sobre la cama, quitándote los zapatos y poniéndote la piyama. No querrás. Y no lo harás.
Hasta que sea el día de mañana y te despiertes de golpe. Con la sensación de que hay algo mal. Y que no vale la pena de preocuparse. ¿Para qué?

lunes, 14 de septiembre de 2009

¿En serio?


¿En serio eres tu la de piel suave pero mirada áspera?
¿Eres la de la cabellera lacia y negra que en mí infundía esa sensación de hormigas en las manos por querer peinarlo?
¿Tienes tu la distancia exacta entre tus manos y mis hombros?
¿Eres la de las notas agudas sobre el pentagrama de mi espalda? ¿O son los sonidos graves los que nublan tus pensamientos a mis espaldas?
¿Eres mi plan B? ¿O apareciste cual piedra en mi camino haciéndome tropezar miles de años-luz?
¿Con cuántas estrellas te compro? ¿Con cuántas te prostituyes?
¿Qué de mi, semilla, quieres?
¿Cuál en tu sano juicio es tu palabra perfecta? ¿Cuál tu frase perversa? ¿Quién tu demonio favorito? ¿Cómo tu juego maldito?
¿Eres ella, la que juró nunca dejar de amarme?
¿Eres ella, la que arrojó mi corbata azul al excusado?
¿La que pisoteó mi luna amarilla por un puñado de sexo y lágrimas de cocodrilo?
¿Eres quien sonreía mi sonrisa, alentaba mis asombros, fumaba mis cigarros?
¿Me dijiste si el canto de la noche te hacía sentir en celuloide? ¿Me dijiste si café caliente era mi nombre en taza de cartón? ¿Me dijiste si tenía yo su mirada?
¿Me dijiste cuándo terminar de jugar? ¿Alguna vez me dijiste las reglas del juego? ¿Me dijiste la verdad y no la recuerdo, o fueron todas mentiras, dulces mentiras?
¿Fuiste fiel o le fuiste infiel conmigo?
¿Alguna vez viste mi estrella, mi nombre-estrella unido al tuyo?
¿Fueron mis nubes las que destruyeron tu camino? ¿FUe tu camino el que arrebató mi día nublado y tormentoso? ¿Estabas en esa lluvia de domingo, atrás de la ventana, en ese cuarto de 180?
¿Alguna vez te quedaste sin palabras? ¿Sin aliento? ¿Sin esperanzas?
¿Alguna vez fuiste mía? ¿Alguna vez de alguien? ¿Eras quien creías?
¿Saliste a caminar? ¿Fuiste por cigarros? ¿mirabas desde la negra profundidad de tus ojos a mi insípida realidad de tenis sucios y rotos?
¿Eras siquiera la mitad de lo que decías? ¿Eras mucho más de lo que imaginaba?
¿Eras la sonrisa atrás de la lágrima? ¿Eras la lágrima sencilla, la canción fácil, el sexo de compromiso, la cachetada rencorosa? ¿Eras el notehabloporteléfonohastaquetumehablesprimero? ¿Eras la vida de mi tiempo? ¿El fuego en mi cigarro? ¿El espasmo en mi cerveza?
¿Eras el zapato pequeño, el anillo del pulgar, el arete de perico?
¿Eras la mirada lejana, los labios asfixiantes, las manos viajeras? ¿Eras dios en tacones y labial? ¿Eras siquiera lunas de placer? ¿Eres aún?


Línea 2, STC Metro, México, D.F.
14 de Septiembre de 2009.

domingo, 23 de agosto de 2009

Aquí nada sucede.




¿Pero que sucede aquí? Ya hasta los gatos suenan más amigables. Estas distancias tan relativas nos acercan cada vez más al inexorable final, de aquel que siempre estamos queriendo escapar, pero que eventualmente habrá de alcanzarnos y nos llevará con él. Hasta el final. Pero no se puede tenerlo todo. A veces, habrá que dar nuestro bracito a torcer y dejar la manita de puerco donde está, para poder seguir siendo lo que deseábamos ser alguna vez.

21 de Febrero de 2007.
Xalapa de Enríquez, Ver.

viernes, 21 de agosto de 2009

Canto de lluvia.



Fue una explosión a la inversa, como en negativo para atrás. Así como desenvolviendo un fractal, o una cinta Möbius amarilla un lunes por la tarde. Así de raro, y aún más porque era jueves y llovía.
La vio pasar tranquilamente por la acera de enfrente, mientras él se resguardaba bajo la lona roja de la paletería donde solía ir por ser la única del rumbo que vendía nieve de garrafa. Se quedó como pasmado, nomás viéndola con su paraguas, gabardina y esos pasos tranquilos y firmes. Hasta parecía que ni pisaba la banqueta mojada. Le vio los ojos bajos y tristes, y fue entonces lo de la explosión Möbius.
La nieve se le derritió a la mitad en la mano, mientras él veía como ella se alejaba poco a poco. Y cuando escampó, se reprochó constantemente por no haberla seguido. ¿Qué si ella iba pensando que el agua flotaba a milímetros del suelo, y las gotas gritaban cuando se estrellaban en esa delgadísima capa de aire sin tocar el asfalto negro y oleoso? Él lo entendería perfectamente y comprendería su consternación. Hasta podrían salvar esas gotas de una muerte misteriosa en la coladera juntos.
En la noche soñó lo de siempre.
Días como longaniza sin cocer fueron pasando y él se sentía desamparado. Bajó drásticamente su consumo de nieve de garrafa a pesar de que se quedaba varias horas cerca de la paletería para ver si pasaba de nuevo la chica del paraguas. Casi siempre pensaba en lombrices corriendo cuando esperaba ahí. Regresaba con la última canción que escuchaba en el radiecito que tenían en la paletería rebotándole en la cabeza. Casi siempre escuchaban La Zeta.
Comenzó a deprimirse. ¿Era para tanto? Él se ponía a pensar en eso. Sólo la había visto una vez, y no muy bien por la lluvia y su cara agachada. No podía ser enamoramiento. No platicó con ella, no le llegó el aroma de su cabello ni sintió la piel cálida de su mano o su mejilla. ¿Por qué se martirizaba tanto al esperarla por horas? No lo sabía realmente, pero tampoco faltaba a su cita en la banqueta de la paletería. ¿Faltaría la lluvia? Ese día que la vio estaba lloviendo. Después ya no llovió. Posiblemente era de esas chicas que crecen en los jardines de la ciudad cuando llueve. De esas que nacen en las cortezas de los árboles, o entre las hojas secas... o igual y a alguien se le cayó de la bolsa por ir corriendo para no mojarse.
Esa chica lo tenía trastornado. Lo estaba poniendo mal. Ya hasta comenzaba a soñar en colores la estática de la televisión. Tenía que dejarlo.
Decidió hacer de tripas corazón y tomó una decisión difícil: tiempo atrás tenía la adicción de contar las cochinillas de abajo de las piedras en el jardín de su casa. Era eterno, porque trataba de dejarlas como estaban antes de molestarlas, pero después de la última roca quería verificar si no había llegado otra cochinilla a la primer piedra mientras él estaba distraído contando las otras. Retomaría esa adicción para evitar salir a esperar a la chica. La idea lógica era que si había salido de esa adicción antes, podría salir de nuevo.
Total que hasta la fecha, sigue contando cochinillas. Cosa que se hubiera ahorrado si hubiera puesto más atención a las noticias que luego pasaban en el radiecito de la paletería, ya que un micro se patinó en el asfalto mojado y atropelló a la chica del paraguas aquel día de lluvia. Cuentan que despertó en el hospital con tremendo chichón, un brazo con triple fractura e infinidad de raspones. Ella dijo que sintió cómo las tripas se le voltearon como calcetín cuando la atropelló el micro. Más o menos como cuando dejas caer una gota de plomo derretido en el agua, o como cuando te levantas rápido y te mareas, pero al revés.


México, D.F.
21 de Agosto de 2009

viernes, 14 de agosto de 2009

Ya tres semanas... ¡Chispas!

Sí, sí, sí... ya sé. "No has escrito nada en tres semanas". Acepto enteramente la culpa. La verdad como que andaba desganadón, además de que no encontraba mi carpeta donde están las hojas con mis cuentos. Eso sin contar que perdí unos porque llovió y se inundó el estudio y se mojó una libretita donde solía escribir mis cuentos cuando salía a campo o de viaje no académico. Las hojas de la libretita se pegaron y cuando se intentó despegarlas, rompiéronse. La tinta aguantó.


En fin, eso llevó a que me diera un nosequé que queseyo y pues dejara de escribir semanalmente. Además de que hubo ciertos contratiempos que no permitieron el buen desarrollo del blogsito.
Total, que nomás era para avisarles que se los debo y aunque tarde, estarán aquí.
¡Salud!

sábado, 25 de julio de 2009

Perhaps a noise...



"Unidad no significa uniformidad o sometimiento, sino renunciar a querer transformar en beligerancia activa nuestras diferencias."


Víctor Manuel Mahbub

domingo, 19 de julio de 2009

De lo que significa hacer el amor contigo.



Ahí está la mirada intensa. Tus pestañas hacia el cielo. Tus ojos brillantes y tus labios esperando el beso que llegará en un segundo. Pero tu mirada no se encuentra con la mía. Está esperando ese beso que tarda una eternidad, sólo lo que dura el acercarme lentamente hasta fusionar nuestros labios en ese beso ardiente, lleno de deseo y sentimiento. Como nuestras bocas se reconocen, buscan los labios que los llenan, nuestras lenguas que juguetean y nuestra respiración que se entrecorta.
Nuestros cuerpos comienzan a aproximarse, a tocarse, a acariciarse… Y son las manos las que mapean nuestra piel. Viajan a supravelocidades, tocando y sintiendo, acariciando lo que nos pertenece a ambos. Y comienzan a deshacerse de todo lo que no nos es necesario. Nuestras superfluas ropas caen alrededor y las evitas. No son indispensables. No cuando la calidez de nuestros cuerpos es mucho más que suficiente.
Es entonces que estamos tan cerca como dos cuerpos pueden llegar a estarlo. Tus ojos viajan en mi cara. Mis manos en tu cabello. Y en este abrazo completo de dos seres en gestación, nos volvemos uno solo al fusionar la calidez de nuestro sexo. El calor nos invade hasta el punto de desplazar toda la energía a nuestras manos, a nuestras bocas, a nuestros ojos. Y es cuando puede uno ver más allá del iris que perfora tu propio ser. Es cuando respiro de tu aliento y me alimento de tu energía. Es cuando tu cabello se enreda entre mis dedos. Es cuando tus pechos se aplastan bajo mi peso. Es cuando tus uñas rasgan mi espalda. Es cuando nuestras caderas comienzan esta marea progresiva, casi mortal.
Y los besos en el cuello, y las pequeñas mordidas, y el tomarnos de las manos, y la respiración cerca del oído, y los gemidos que llenan la habitación, y el rozar de nuestras pieles, y el vernos a los ojos, y el unirnos en un beso entre silencios de pensamientos.
Nuestros cuerpos crean electricidad con cada roce. El golpe de las olas en este acantilado. Tu respiración en mi oído. Mis manos sobre las tuyas. Sentir tu abrazo en mis sentidos. Tus mordidas en mi cuello, en mis hombros. Tu voz llenando cada rincón de mi mente en ebullición. En cada roce, en cada golpe, en cada exhalación, en cada sensación, en cada presión, en cada mordida, en cada palabra…

Y nos damos cuenta de que aún estamos ahí, de que aún nos estamos amando, y de que aún somos nosotros mismos.




10 - 17 de Enero de 2002.
México, D.F.

sábado, 11 de julio de 2009

Ya no más.



Es difícil estar contigo.
No puedo soportar seguir a tu lado, pero sin verte a los ojos.
Sin tocar tu piel.
Sin sonreír a tu risa.
Y no quiero buscarte, porque sé que estas a mi lado, pero tan lejana que las distancias no sirven.
Aquí esta tu cuento.
¿Qué vas a hacer con él?
No sabes.
La circunstancia estaba lista.
Nunca me dijiste.
Nunca te entendí.
¿Por qué no me lo aclaraste?
Te das cuenta, ¿verdad?
Si hubiera....
No, el pasado ya está atrás.
Es el futuro el que no existe.
Vive el presente, vive el hoy, el ahora.
La vida va. Y es cierto. La vida va.
Me reí hasta la ignominia. Pero es cierto.
Yo lo se.
Hazme caso.
No escuches nada, fuera la estática, el ruido exterior.
Escucha el interior.
Eso es lo único.


¿19 de Febrero de 2000?
México, D.F.

lunes, 6 de julio de 2009

20

Como ya había dicho, voy a omitir la parte donde solamente les escribía cuentos.
También voy a decir una que otra estupidez, que para eso también sirven estos blogs.

Pero antes, quiero disculparme por no haber puesto el cuento del domingo a tiempo. Fíjense ustedes que sí estaba listo y preparado para postearse, pero creo que no estaba bien programado que resultó que no salió. De todos modos no creo que importe mucho... estoy seguro de que ni se dieron una vuelta el domingo para ver cómo estaba.
No hay pedo, yo tampoco pensé mucho en vosotros.
Aunque esa falta de atención en su servilleta le sirvió para pensar un rato. ¿Nunca les ha pasado esa onda de que despiertan y no saben dónde están? Hasta se extrañan de que no estén babeando su almohada. Voltean hacia arriba y ven un poster de una película que sabes que tu no tienes en tu cuarto/casa/depto... Hasta la ubicación de la entrada de la luz solar por la ventana es extraña y sabes que no corresponde al lugar donde crees estar dormido.
Bueno, pues algo parecido me pasó el sábado.

Por otro lado, ando como que queriendo encontrar una rola que escuché en un comercial de la tele. Pero por otro lado, como que nomás no quiero. Porque también suele pasar, ya sea con una rola o con todo un álbum, que realmente no está tan bueno como creías. Y ¡chín! compraste todo el álbum y la única rola buena era la que habías escuchado en casa del Elotes cuando estabas asaltando el refri en la fiesta que organizó para festejar que había pasado la mayoría de los exámenes de la escuela. Y a la mera hora resultó no tan buena la rola... se escuchaba mejor con los cuatro mojitos de epazote entre pecho y espalda que te preparó el Elotes al llegar a su casa.
Pero entonces ya tendrás tu disco original de los "Sugar tiny beasts" con doce canciones que nomás te gusta UNA. Y nomás el estribillo.
Espero no les haya pasado.

domingo, 5 de julio de 2009

Runaway train


(Para leerse escuchando la canción del mismo nombre)
La luna me acompaña en mi travesía citadina. No es llena, pero su cuarto creciente ilumina bastante la soledad de la noche. No es bella, pero su presencia me basta. Ella me acompaña.
Por otro lado, estoy solo en la calle. Camino por las grises y sucias banquetas de mi ciudad. El viento, que parece acompañarme, va en dirección contraria. Él quiere regresar. Yo no.
Sobre esos pasos que he caminado no habré de volver. No preguntes por qué, Luna nocturna, yo mismo no lo sé.
Y no lo sabré mientras tenga una larga calle frente a mí. Tendré que recorrerla toda antes de dar media vuelta y volver. Pero esta calle parece nunca acabar. Deseo que nunca acabe. Siempre adelante. Aunque las sombras de la ciudad oculten verdades que me sea difícil enfrentar. No regresaré.
Quiero llegar hasta el fin del mundo, y un poco más allá. Quiero llegar a donde nadie más a llegado. Quiero ir a donde nadie más ha querido ir. Quiero darle la vuelta al infierno y volver de las brasas para burlarme del frío que ahora me acongoja. No hay retorno. No debe haberlo.
Pero, Luna, que mi camino haces placentero, no puedo lograrlo sin tu ayuda. Necesito alas de plata para salir de este callejón.
Y es que no me escuchas. No logro levantar mi voz hasta las alturas en que te encuentras. Ni siquiera este viento incierto me puede elevar a tus niveles.

Solo por las banquetas. Caminando sin rumbo, aunque parezca lo contrario. Las manos en las bolsas y la barbilla pegada al pecho. ¿Hacia adonde voy?
Ya estoy cansado, tengo frío y hambre; pero quiero seguir caminando. No he vuelto la vista atrás. No quiero tomar ese retorno que, tan tentador, me llama. Luna parece aburrida, quiere irse a dormir. ¡Oh, agraciada Luna! Que en tu lecho esperan los soles de medianoche. Y mis calles me reclaman como las hojas de otoño la morada que las vio nacer. Caminar, que la noche es para eso.

El momento de la verdad se acerca. La noche torna en sombra de la sombra y su capa la envuelve en soledad grotesca. Pronto amanecerá. Y entonces mis calles dejarán de ser mías, y las sombras que acechaban hace horas, serán juguetones juegos de luces. Las grises banquetas que me guiaban en la obscuridad se llenarán de texturas y colores. Serán de los caminantes que no llegan a ningún lugar. Profanarán las banquetas que sorteaban mi destino y burlábanse de mi infortunio. Con el picor de la estrella sobre mi cara y yo sin haber encontrado mi camino.

Y tendré que hacer algo rápido, antes de que la bóveda se tiña de sangre y perturbe toda la negra tranquilidad que se forma en mis calles citadinas.
Y tendré que barajar la posibilidad de tomar el retorno o seguir con el tiempo contado.
Y tendré que pensarlo rápido, pues la daga de luz a cortado el vientre de la esfera obscura, que sobre mi cabeza grita que ya es muy tarde, que corra y me esconda, que huya despavorido, que me oculte en algún recoveco.

Y volveré a la puerta que me vio nacer. Tomaré ese camino que hace horas estaba decidido a olvidar. La noche, desdeñosa, me lanza la última mirada de desaprobación. Yo lo sé, he fallado. Y la Luna murió en vano, pues no caminé mi camino de grises banquetas.
Pero la madre nocturna es comprensiva. Mañana nacerá de nuevo, para guiar a sus hijos perdidos a encontrar el camino a casa.
Y yo estaré entre ellos; ahora sí, para llegar a mi sombra gemela, al otro lado de la noche.



14 de Marzo del 2000.
México, D.F.

sábado, 27 de junio de 2009

Perhaps a noise...



“Estar vivo es un peligro; pensar, un pecado; comer, un milagro.”

Eduardo Hughes Galeano. 

lunes, 22 de junio de 2009

Goya



Se fue enredando más y más hasta que acabó con una 38 en las manos, detrás de una barricada de automóviles, debajo del circuito escolar, cerca de la Facultad de Química en C.U.
¿Cómo llegó hasta ese punto? Fueron cambios tan graduales que apenas en retrospectiva pudo darse cuenta.

El movimiento, al no tener los espacios que buscaba, al verse cercado y en constante peligro, sólo tenía dos opciones: atacar o morir.
Los líderes infiltrados del gobierno, por órdenes superiores, doblaron las manos en discursos terriblemente suicidas en asambleas tensas y presionadas. El movimiento había muerto. ¡Víva el movimiento estudiantil!
Pero nadie tomó en cuenta a aquellos que no tenían que entregar cuentas, facturas ni encabezados de periódicos a algún partido. Eran los únicos que no tenían nada que perder. Y fueron ellos los que utilizaron las manos, para atacar. Con todo y garras.
Ya estaban cansados por todas las que les habían hecho: impuestos elevados, corrupción, ineficiencia en los altos círculos políticos, espectaculares robos a la nación... decidieron cobrarlo peso por peso mientras pudieran. Por eso sus acciones fueron espectacularmente ridiculizadoras.
En 30 segundos, fueron rotos más de 300 mil pesos en cristales y espejos de la fachada de la Bolsa Mexicana de Valores, con canicas de 50 gramos. Fue tanto el ruido y el desconcierto que la BMV dejó de operar durante media hora. Testigos informaron que solo vieron un grupo de maratonistas correr por Reforma y veinte personas de traje subirse a un camión de la extinta ruta 100.
Con una terminal de computadora dentro de la Comisión Federal de Electricidad se lograron desconectar todos los semáforos del Distrito Federal desde las 10:00 hasta las 2:30 PM. El tránsito aún no se regularizaba a las 6 de la tarde.
Amanecieron cerca de 3,500 patos extras en el lago de Chapultepec. Rumores confiaban que fueron criados por alumnos de Veterinaria en la alberca olímpica y en los gigantescos depósitos de tratamiento de aguas en Ciudad Universitaria.
Hacia las 8:00 de la mañana, un reportero vial desde un helicóptero leyó una enorme consigna sobre el lomo de un convoy del metro. Fue retirado de la circulación. Para las 11 y media, no había vagón del metro que no tuviera una consigna del movimiento.
Una manta enorme con la cara de Zapata colgaba del techo de Rectoría. En el otro lado, el puma de la Universidad. Ambas efigies imperturbables, con los ojos fijos, observando el rumbo que tomaban las cosas.
Más de 2,500 patrullas sufrieron desperfectos en sus llantas en todo un día, mientras estaban los oficiales estacionados, levantando infracciones, desayunando, platicando con otros oficiales y/o cambiando manualmente los semáforos. Cerca de cuatro mil pivotes de llantas de las patrullas tuvieron que ser remplazados. Parecían haber sido cortados a navaja, informó la Dirección de Tránsito. Siete periódicos capitalinos dedicaron la gráfica de primera plana a algún uniformado cambiando la llanta de su patrulla.
Durante 30 minutos fueron interrumpidos por una interferencia no identificada todos los servicios y aparatos que funcionan con ondas de radio; desde los teléfonos celulares y bipers, hasta las radiodifusoras y televisoras, pasando por la banda civil y los radios de onda corta. En estos treinta minutos no hubo despegues ni aterrizajes en los aeropuertos de la zona centro del país; no hubo comunicación de ambulancias, camiones de bomberos, patrullas ni taxis desde sus respectivas bases; el Centro Nacional para la Prevención de Desastres no recibió señal desde los sismógrafos instalados en todo lo alto del Popocatépetl.
Los archivos de Teléfonos de México fueron saqueados. Se modificó el historial de todos los clientes dos días antes de expedir los recibos telefónicos. Fueron borradas todas las llamadas locales y de larga distancia de 5 millones de usuarios, principalmente de servicio casero. La empresa dejó de percibir cerca del 15% del ingreso respecto a un promedio de los 4 bimestres anteriores, dijo un portavoz de la empresa. Fuentes extraoficiales y cálculos estadísticos muestran un porcentaje de entre 39 y 52%
Y otras acciones de ese mismo tipo: nunca se descubría de quien era la mano que ejecutaba los delitos. Los pinches pumas (que así comenzó a nominarlos la gente cuando los estudiantes cambiaron el rojo y el negro por el azul y el oro) se adjudicaban las acciones, pero nunca había pruebas que los incriminaran.
Tampoco hubo pruebas de que ellos hubieron sido los que modificaron la configuración de los cajeros Red para que durante 3 días dieran 100 pesos de más en cualquier disposición en efectivo, sin que esto contara en el saldo del cliente.
Mucho menos de aquella transacción bancaria de 800 mil pesos (correspondiente al precio de tres ambulancias con equipo básico) de la Lotería Nacional a la cuenta de donativos de la Cruz Roja Mexicana con el nombre homónimo (¿anónimo?) de Justo Sierra.
Ni la vez que apareció un enorme tigre de Bengala en la estación Pino Suárez del metro a las 12:45 PM, para terror de todos los usuarios. La investigación posterior demostró que ningún policía de ninguna estación vio entrar al tigre. Ningún conductor vio subir o bajar al tigre de ningún vagón. Ningún usuario fue atacado y/o devorado por el tigre. Ningún cuidador vio salir al tigre de su jaula en el zoológico de Chapultepec. La última persona que lo vio el día anterior fue Don Julio, que limpió el pasillo frente a su jaula a las 10:15 PM. El examen médico del tigre una vez se hubo realizado la recaptura indicó que estaba indigesto por exceso de comida. Receta: dos alka–seltzer y a dormir.
O aquella vez, en la mañana del día en que se jugaba el clásico América–Guadalajara en el estadio Azteca, apareció escrito con gigantescos caracteres azules, la palabra “UNAM” a lo largo de todo el pasto de la cancha. Se lavó más de diez veces el pasto y al final se decidió que las cámaras que transmitirían el partido filmaran a nivel de cancha, pues las letras no se habían borrado. El partido terminó cero–cero.
Pero cuando comenzaron a aparecer por la madrugada rocas de 4 toneladas en las principales carreteras de acceso al D.F., el gobierno no esperó pruebas para meter la policía a C.U.
700 judiciales y catorce camiones de granaderos entraron rompiendo una barricada de palos, bancas, puertas y malla ciclónica con un bulldozer. Invadieron toda la Universidad, entraron a todas las escuelas, revisaron todos los salones, saquearon todos los archivos y las hemerotecas del movimiento, mearon en todos los rincones pero no encontraron a nadie. Se habló de 53 detenidos, que tuvieron que ser puestos en libertad una vez que comprobaron ser asistentes a clases extramuros.
Poca cosa podían hacer contra ellos. El simple hecho de que no había manera de integrarse al movimiento y derrumbarlo desde adentro molestaba mucho al gobierno.
No había líderes, no había cabeza que cortar. Solo miles de extremidades que hacían y deshacían. Podían cortarlas, claro, pero siempre habría más. Muchas más. No había lugares fijos de reunión, no había infiltrados, no podía haberlos, les faltaba esa mezcla de incoherencia y profundidad con la que se comunican los jóvenes.
No había planes concretos, no había líneas a seguir. Era un movimiento visceral, casi impulsivo.
Y ese movimiento que antes se rigió por líneas, por corrientes, por políticas y por ideologías, se volvía cada vez más irracional, más irreverente, más incoherente.
Cada día, la ciudad se despertaba con la curiosidad de que iría a suceder esta vez.

Pero tal vez todo eso no fue suficiente. Un volkswagen volteado, con el chasis hacia fuera le cubría del posible fuego de una tanqueta militar antimotines, que había entrado a Ciudad Universitaria después de que la policía había salido y los chavos habían vuelto a tomar las instalaciones.
Por que las armas de fuego se empezaron a utilizar después de que unos judiciales habían acribillado a quemarropa a trece estudiantes que hacían guardia en la puerta principal del CCH Oriente. El gobierno trató de callar la noticia, censurándola de los medios masivos de difusión, pero brincó el cerco de censura y llegó a todos los rincones.
Los de Ingeniería y los tesistas del Instituto de Materiales se quebraban la cabeza tratando de averiguar cómo inutilizar las tanquetas. Lo único que parecía dar resultado era meter vigas de 200 kilos en la oruga de tracción.
Una ráfaga de balas que se estrelló contra la plancha del vocho lo sacó de su mundo, gritó en clave y la tanqueta que estaba como a cien metros recibió tres bombas molotov. La llama se levantó repentinamente y la tanqueta dio marcha atrás. A quinientos metros estaba un pequeño regimiento de soldados que apagaban el fuego de la tanqueta con unas ramas de eucalipto. Pronto llegarían refuerzos.
Un grupo de estudiantes trataban de forzar las puertas de la Facultad de Medicina, para ver si algo podría utilizarse como arma. Helicópteros verde olivo volaban a baja altura en el área que aún no lograba tomar la milicia. Soldados se iban apropiando de las islas, cada vez más cerca.

Los víveres se iban agotando y las salidas exitosas al conflicto de igual forma. Había francotiradores desde la torre de Rectoría, tanquetas por los circuitos y la explanada, soldados por el área del Centro Cultural Universitario y helicópteros en todo el cielo. Sólo esperaban que cayeran por su propio peso. Las bromas no se hacían esperar: estaba aquella que decía que después de matar un sardo, comérselo para no acabarse las provisiones tan rápido, cocinarlo con las bombas molotov y quedarse con su parque.

En un momento de aburrición y falta de paciencia por parte de los milicos, una tanqueta hizo el intento de atravesar la barricada formada con dos vochos, una combi y un cavalier (los vochos eran de Auxilio UNAM, las combis eran peseros y el cavalier se lo encontraron frente a Rectoría y lo arrastraron con uno de los vochos hasta la barricada, bajo Química. El freno de mano terminó por tronarse). Al momento del choque de la tanqueta con la barricada, un vocho salió volando, una combi se hizo yogurth bajo las orugas y el otro vocho se acomodó de tal forma, que atascó a la tanqueta.
Por más que la tanqueta hacía el intento de zafarse, sólo quemaba diesel a lo bruto. Era imposible.
Los estudiantes trataron de apoderarse de ella, pero el regimiento de la retaguardia hacía fuego si intentaban acercarse a la tanqueta. No quedaba de otra, pues aún atascada, tenía muy buen ángulo de tiro. Pero aún no se daban cuenta.
Sacaron un tanque de 5 kilos de óxido nitroso de la Facultad de Medicina, que los pasantes utilizaban para anestesiar a los perros con los que practicaban cirugías, y lo arrojaron hacia la tanqueta, de forma que quedara el tanque bajo la tanqueta. El resto es fácil de imaginar: con una 44 que le habían quitado a un judicial, dispararon hacia el tanque. La explosión fue terrible, la tanqueta se elevó, cayó y no se volvió a mover. Y aunque lo intentara, una oruga se había destruido.
La algarabía reinó entre los estudiantes por unos momentos, después, la pesadilla.
Un helicóptero había visto lo sucedido desde el aire, y con rencor, ordenó avanzar sobre la zona.
La tanqueta que rondaba por los circuitos salió de su escondite y comenzó a disparar sobre lo que se moviera. Hacía un blanco perfecto, pero también poseía buena posición de tiro. Un tanque, del que no tenían conocimiento, salió de entre las islas y comenzó a disparar sobre las barricadas que estaban cerca del CELE. Los helicópteros volaban cada vez más bajo y ya disparaban, con poco acierto. Las tropas comenzaron a avanzar.
El cerco se cerraba cada vez más. El tanque ya había destruido la barricada y un pelotón entró por el hueco. La tanqueta hacía bajas cuantiosas y los helicópteros descubrían escondites.
Al momento de cerrar el cerco, sólo quedó un edificio: el que alguna vez albergó la Facultad de Ciencias.
Parecía vacío, ni siquiera gritos o exclamaciones. Los soldados quedaron un poco perplejos, por la orden era avanzar. Entraron en tropel, a buscar a los chamacos revoltosos. En cinco minutos encontraron la puerta trasera por la que habían escapado: en Ciudad Universitaria existe una red de túneles subterráneos que fueron construidos conjuntamente con los edificios. No aparecen en los planos y si uno no conoce bien el sistema de alcantarillado, podría jurar que no existe nada de túneles.
La despedida estaba disimulada por unos casilleros en una esquina de la bodega en la que estaba la entrada a los túneles. Los soldados jamás supieron que el hidrógeno es altamente explosivo, y que cuatro tanques llenos colocados estratégicamente son suficientes hasta para derribar un edificio tan bien construido como aquel.

De los chavos que se escaparon por los túneles no se ha sabido nada. Nadie conoce toda la red de túneles subterráneos que hay en C.U.
Hay quienes dicen que salieron por el bosque de Tlalpan y aún no llegan a la civilización. Otros afirman que esa red se conecta con la de alcantarillado de la Ciudad de México. Yo creo que aún están abajo, esperando el momento oportuno para salir a la superficie.
Aunque también es posible que hayan perecido en la explosión junto con los 89 soldados.



21 de Noviembre de 1999–2 de Diciembre de 1999.
México, D.F.

miércoles, 10 de junio de 2009

Unañomás



Hoy se cumple un año de que este blog está en el aire. Y aunque no es mi costumbre escribir de esta forma, hoy es una ocasión especial.
Quiero agradecer a todos los lectores por darse sus escapadas para venir a leer un cuento, aún cuando seguramente tienen muchas cosas que hacer en esas otras ventanas de su computadora. Espero que este año se lo hayan pasado divertido y con los ojos rojos por leer en pantalla los cuentos que escribo. También agradezco sus comentarios y opiniones que han dejado vertidas aquí.
Algunas veces me decían que mis cuentos no tenían final, que qué pasaba en tal o cual lugar. Nunca pude responder muy bien como quería y hasta yo terminaba haciéndome bolas. Así que comprenderé si mis cuentos les causan conflictos emocionales, de índole
 intelectual o, en su caso, ortográficos. Que seguro en más de uno de ellos se podrá leer entre líneas que yo ya tengo bastantes. Pero disfruto de escribirlos y espero que ustedes de leerlos.
Ahora que ya tiene un año de crecidito este blog, me gustaría hacer unos cambios. Aún no se muy bien cuales pero espero que las ideas me lleguen pronto. Por su pollo, se aceptan comentarios, consejos, ideas y hasta invitaciones a un bar para discutir el futuro inmediato del blog y las opciones que se presentan actualmente. Por lo pronto, es muy posible que cambie los colorcitos y la onda esa minimalista que tiene. Me gusta lo sencillo pero vamos a ver si hay otras cosas que hacerle al lugar para que quede como que más interesante. Así como está hasta se me hace demasiado sencillo. Como que veo a Cleo medio aburrida.
Es posible que también comience a escribirles más. No solo postear los cuentos y ya. Una que otra respuesta en los comentarios y listo. Digo, está chido pero a quién le gusta que el monito de la tienda esté desaparecido cuando quieres preguntarle el precio de un pantalón y ni etiqueta tiene. Aunque tampoco es para que el monito esté ahí todo el tiempo, nomás sintiendo su mirada sobre tu hombro y casi casi su respiración en tu nuca, dispuesto a ayudarte en cuanto levantes los ojos. Esperemos que esto no suceda en esta situación. ¿Plantas? ¿Les gustan las plantas? Podríamos poner alguna maceta por aquí, o un cactus allá, en el rincón, donde luego a uno se le olvidan las cosas y por no regarla un buen rato, pues no moriría de olvido y deshidratación. Cobayos ya tenemos. No pidan.
Quiero hacer mención que los dibujos aquí expuestos son de una novela gráfica, Operación Bolívar. Para que no piensen que trato de adjudicármelos. Cuestiones legales, saben.
Sin más por el momento qué agregar, pues me despido. No sin antes hacerles una atenta invitación a que se echen un trago por este primer año de su servilleta posteándoles cuentos semana a semana. ¡A mi salud!

domingo, 7 de junio de 2009

Cinco mil días



Cinco mil días pasaron y seguía caminando. Los huaraches estaban casi hechos trizas pero no tenía intensión de detenerse. Al contrario, apenas comenzaba su viaje. Cruzó tiempos de infortunio, tiempos de grata sensación. Cruzó por mares, bosques, selvas y desiertos. Cruzó por todos los parajes habidos y por haber. El tiempo y espacio se volvió uno solo como él. Se fusionaron los conceptos y se volvió uno solo con el riesgo, con la dicha, con el miedo y con la muerte. Perdió la nostalgia y el placer. Perdió tantas cosas, como las mismas que encontró. Jamás retrocedió.
Cinco mil días más y sus pies desnudos fueron los que caminaron por él. Los callos y ampollas jamás cedieron, así como él. Ahora los tiempos fueron otros, tal vez más difíciles. Tal vez no tanto. Así se separaron: el tiempo y el espacio. Caminaba por senderos inexistentes. Hacía de su vida un momento, un tiempo perdido en su mundo. A oscuras. Sin lugar. Un “nowhere man” como a bien tuvieron los Beatles en sintetizar. No existía en ningún lugar, si no en su tiempo. Hubo tiempo para todo, no así un lugar. Y así sucedió. No más.
Cinco mil días y todo se trastornó. El mundo se puso de cabeza, se puso de lado, se puso de mil formas y colores. Caminó al revés. Caminó hacia arriba. Caminó ya sin pies, ya se le habían agotado. Se terminaron como todo en esta vida. Fue el término del tiempo. Ya no hubo más tiempo. Solo este lugar y todos los lugares del mundo. Todo fue un solo sitio: aquí. Allá. Que al fin y al cabo es el mismo cuando no hay tiempo. No tuvo tiempo que perder, ni tiempo para pensar. Solo los lugares amontonados en sus ojos. Todo en el intersticio de 180 grados que alcanzaba a palpar de frente.
Otros cinco mil días y no quiso seguir. Ya no tenía cómo seguir. Hace tiempo había perdido los pies, y la mente se negó a viajar más allá de su comprensión. No quiso y no pudo. Prefirió esperar ahí. Cualquier cosa que eso fuera. Y morir tranquilamente. Sin conocer más, sin saber más de lo que ya sabía. Creía estar satisfecho con su travesía.
Su única desgracia es que tuvo que esperar cinco mil días para que la muerte lo alcanzara a él. Ella no tenía prisa, y una vez que lo alcanzó a él, se fueron juntos a caminar por lugares sin tiempo, y en momentos sin mundos.

31 de Octubre de 2002.
Colima, Col.

miércoles, 3 de junio de 2009

Carroña



Portando mis trajes negros, zapatos y corbata,
atravieso tu piel superflua y delgada,
destruyo tu jaula y libero los sentidos.

Mi vista destruye los hechizos que portabas tú.
Se rompe el circuito que con esfuerzo has construido,
y en un santiamén desaparece el halo
en que estabas envuelta a profundidad.

Confundidas las miradas, tan llenas de preguntas,
incompletas y angustiadas en mi mente oscura.
¿Buscando de nuevo? Jamás a encontrar.
En la maraña de pensamientos habrá que empezar.

Cuando nazca de nuevo, si es que lo habré de hacer,
naceré en animal, tan poderoso y hermoso
que un miedo negro y desconocido se apoderará de ti.
Sabrás de la angustia, el terror, la tristeza y el furor.

Soñarás con mis garras perforando tu piel,
desgarrando cada músculo de tu cuerpo,
mis mandíbulas pulverizando tus huesos,
mis ojos destruyendo los tuyos sin piedad.

Beberé tu sangre con gozo y júbilo
disfrutando gota a gota de tu muerte,
carne putrefacta bajo el sol de medianoche,
y tu húmeda morada bajo la tierra
clamará con sedienta ansia el féretro
que habrá de llevarte a mi infierno.




27 de Septiembre de 2000.
Colima, Col.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Perhaps a noise...


"Un torturador no se redime suicidándose, pero algo es algo."

Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia

domingo, 24 de mayo de 2009

Perhaps a noise...


"El chingón, chingó a su madre."

Yukiko Ando Arias
(primero de mayo)

domingo, 17 de mayo de 2009

Carta desde el rincón



Mi adorada Jimena:
Te escribo desde mi desolada morada, esta fría y solitaria covacha que he tomado como hogar. Estoy en lo más profundo, en lo más lejano del país. Estoy oculto detrás de miles de kilómetros de carreteras, millones de metros de líneas telefónicas. Estoy tan lejos de cualquier lugar, que aquí ya no existen las sombras, aquí ya no existen los pasos. Ya no existen las miradas.
Aquí solo existe lo que existe. Existe este viento, existe esta lluvia, estos olores. Aquí es como el país de las últimas cosas. Estamos encerrados y las memorias se evaporan rápidamente. Uno tiene que hacer casi milagros para evitar olvidar.
Por eso te escribo. Por eso escribo tu nombre en esta carta. Jimena. Así no lo olvidaré. Pero tiene sus desventajas, a lo mejor jamás recibes esta carta. Por que es para mí, más que para ti. Escribiré y escribiré hasta el fin de estos días. Para no olvidar. Escribiré de cómo nos encantaba pasear por el centro, tomados de la mano, sin decir palabras, solo caminar. Escribiré de cómo nos olvidábamos del resto del mundo y nos pasábamos horas y horas, amándonos, desnudos, sin pensar en el futuro, solo pensando en nosotros, recorriendo nuestras pieles con la mirada, con las manos, con el deseo, con nuestro calor.
He olvidado muchas cosas, y ese espacio en mi mente comienza a llenarse con ideas inusuales y hasta locas. A veces pienso que llegaras a mi, atravesando kilómetros de tiempo y años de distancia. Llegas con tu sonrisa a flor de piel, tan rozagante y fresca como después de un baño. Llegas a mi y sin decir palabra alguna me besas a profundidad. Me desnudas y me hace el amor casi frenéticamente. Y en el momento del orgasmo, me muerdes y arrancas mis carnes. No duele, y yo hago lo mismo. Comenzamos a devorarnos con sensaciones a mil por hora, con la respiración agitada, con los ojos cerrados y bebiendo sangre, mezclada con sudor y lágrimas. Nos alimentamos del otro, tan llenos de avidez por pertenecernos, por querernos uno dentro del otro por una unión más profunda, más íntima que el propio amor. Tan satisfechos y golosos nos masticamos, que acabamos el uno con el otro; nos devoramos totalmente y desaparecemos. Pero aún estamos ahí. Aún nos estamos besando, sin estarlo. Aún nos amamos sin estar presentes. Solo una gota de sangre que escurrió por mi barbilla y fue a caer entre las sábanas blancas, es la testigo de nuestro voraz amor. Solo ella que quedará un tiempo ahí, mientras se seca y se pone amarilla. Después se volverá polvo y viajará por los cuatro vientos llevando con ella la noticia de nuestra evaporación. Y ella regresará al lugar de donde partimos y se dará cuenta de que ese era nuestro destino. Se dará cuenta de que no había otra forma de que pudiéramos estar untos, si no era en el rincón del país donde no existen las sombras, y devorándonos mutuamente para ser uno del otro. Solo entonces podrá morir en paz esa dulce gota de sangre, que de todas y cualquier forma, somos nosotros mismos.

¿Has visto? No solo comienzo a olvidar, si no que empiezo a desvariar. Empiezo a sentirme acabado. Empiezo a perderme en mi propio laberinto.
Suceden cosas extrañas. También pasa más rápido el tiempo aquí. Y esto trae consigo otro factor: también se pierde la esperanza en cantidades industriales. Me he visto envejecer de la noche a la mañana. De un día a otro he visto decenas de canas en mi pelo, y arrugas nuevas en mi rostro. En una semana encanecí completamente. He perdido fuerza y comienzo a encorvarme. Estoy seguro de que ahora no me reconocerías. He perdido dos dientes, y me duermo casi en cualquier momento.
Intento recordar cuanto tiempo llevo aquí, y podría jurar que apenas son un par de meses. Pero sé que es más. No sé cuanto tiempo exactamente, porque las hojas de la bitácora se han puesto amarillas y a las primeras hojas se les ha borrado lo que escribí. No quiero ni imaginar cómo será el tiempo para ti, que eras una mujer que no podía esperar el mañana. Activa y siempre con algo que hacer.
Imagino que te habrás cansado de esperar. Me habrás puesto en el baúl de los recuerdos y rehecho tu vida. Siempre quisiste un hijo y yo siempre quise esperar. Imagino que ahora serás madre. Una excelente madre, por cierto. ¿Será niño o niña? Tal vez no solo tengas uno. Querías dos, ¿cierto? ¿Será él buen padre? ¿Buen esposo? ¿Te casaste? De lo que estoy seguro es de que eres feliz. Siempre luchaste contra viento y marea para ser feliz. Y hasta donde sé, siempre lo lograste.
Sabíamos que esto pasaría. Te dije que regresaría pronto. Pero tus ojos me dijeron que ya sabías que sería imposible regresar de este mítico lugar. Sin embargo mentiste, dijiste que no me preocupara, que me esperarías, y ambos jugamos este tortuoso juego. No esperaste mis cartas, y quemaste mis fotos apenas partí. ¿O me equivoco? No te culpo ni reprocho nada. Como dije: sabíamos que esto pasaría.
Yo por el contrario, no he dejado de pensar en ti un solo día. Te tomé como mi soga de seguridad. El camino de regreso. Algo por qué luchar y no darme por vencido, dejándome hundir en este pantano que se traga hasta los sentimientos.
Este lugar mata las esperanzas, pero no ha podido con las mías.
Tengo mis esperanzas puestas en volver a verte, y en no derramar mis lágrimas al hacerlo. Si llegase a volverte a ver, sé que me mirarás como a un viejo amigo, me preguntarás como estoy, me contarás de tu vida en seis líneas y te excusarás diciendo que tienes millones de cosas por hacer. Y te irás. Te irás para siempre.
Es por eso que mejor me despido desde ahora. Te evito la molestia de inventarte algún pretexto, y la vergüenza de verme en tan deplorable estado.
Sé que siempre estarás bien. Así es tu vida.

Desde estos días en cuenta regresiva:
Ismael, que jamás dejó de amarte.


23 de Septiembre de 2002.
Ciudad de México.

domingo, 10 de mayo de 2009

Camposanto



Margaritas amarillas. ¿O son naranjas? Son margaritas que llenan mi visión, saturan de color la única salida que tengo que vivir esta muerte que ni siquiera sé qué es. Es una floresta a mis pies, casi tan llena de flores como lo estoy yo de seres que rondan a mí alrededor. Que flotan preguntando por mi futura existencia, que revolotean y me dicen, me aconsejan de que deje de vivir, que haga algo más de esto que no sé si se podrá llamar vida. No sé si se podrá llamar de alguna forma. ¿Será que el no existir se transmutará en el no ser? ¿No ergo no sum?
Nada está por demás. Aunque tampoco por de menos. Nada es un punto final. Hasta un punto final tiene delante de sí un espacio en blanco. ¿Es la excepción que confirma la regla? El nada significa que nada de nada. ¿Pero que tan nada significa nada? No ser representa una no representación. ¿Qué tal un dogma? No existe, pero sin embargo es. ¿Qué de aquellas palabras que no son, pero que sin embargo existen?
Es cierto, nada es nada… pero nada se tiene a sí misma, tiene esas cuatro letras. Tiene ese lugar en el espacio que le permite ser alguien, algo. Suena a paradoja: Nada es algo.
Entonces puede ser extrapolable. Puede ser que nadie sea alguien. ¿Quién fue? Nadie. Nadie fue. Entonces el argonauta mayor se daría de topes en la pared, porque el cíclope lo haría mierda en tan solo un instante. Entre paréntesis, otra palabra que no tiene nada, pero que lo es. ¿Quién puede negar que decir, que escribir instante no lleva al menos medio segundo, mientras que por definición ya ha pasado? Solo que Jasón no habría de pensar en eso. Tomaría el contexto de la palabra para transformarla en un ser tangible, aunque semánticamente no sea nadie.
¿Estamos poniendo a prueba la gramática o la verificación de existencia de alguien que no es? De nadie, pues. Porque aquello de que “no sea nadie”, resulta en una doble negación. Ser nadie es claro, así como no ser alguien. ¿Pero no ser nadie?
Nadie soy yo. Pero yo no soy nadie. ¿Soy algo? Emigramos de adverbio. Estamos en la frontera del cementerio. ¿Eres alguien (fuiste alguien) por tener un nombre en una cripta? ¿Por tener cifras diferentes labradas en mármol (en el mejor de los casos)? Tu nombre en una calle, en un ala de cierto hospital, en un auditorio, en un museo, en una oficina de patentes, de derecho de autor, en un auto, en un instrumento, en una técnica. ¿Qué poder supremo tiene ese poder, de manejarte como títere, de hacer de tus huesos una marioneta que puede exhibirse en una de las columnas del monumento a la Revolución? ¿Quién puede llevarte como perro faldero a diferentes pueblos, en un baúl, exhibiéndote como burro de seis orejas por miserables veinte pesos?
O al revés. ¿Está uno exento del asombro popular (literal) por ser un Don Nadie? ¿Alguien puede ser un Don Nadie? ¿No es precisamente una paradoja ese apelativo? El subir para arriba no es suficiente, porque todos queremos ser alguien. A lo mejor y ese alguien ya está harto de ser todos nosotros. O harto de ser aquellos que desean ser él. El pobre no tiene identidad propia, porque tiene la de todos aquellos soñadores que solo piensan en ser más rápidos, más fuertes, mejores que aquellos que sienten que a pesar de eso, ya son alguien. Y entonces la chinga es para aquel pobre iluso que creía que era alguien, pero que ahora es todos los demás.
¿Quieres ser alguien? ¿Quieres verte años después, viviendo en la vida de los demás, aún cuando ya estés más que digerido por los gusanos? ¿Quieres verte caminando entre las margaritas amarillas, cuando lo único que pretendían era marcarte el camino para que dejaras de ser alguien y te unieras al club de los nadie, de los no seres, de los inexistentes?


21 de Enero de 2006.
México, D.F.

domingo, 3 de mayo de 2009

Amor de paso


Entraron los dos al cuarto del hotel de paso. Al encender la luz, el tamaño del cuarto decreció al instante, mostrando una cama mal tendida, un buró, una puerta entreabierta que daba al diminuto baño, y un foco de 75 colgando de un techo de concreto sin pintar.
—Por 30 pesos la hora, ¿qué esperabas? ¿Yacusi? —dijo Alejandra al ver el titubeo de él. Él volteó y la miró condescendiente, diciendo con la mirada “ya lo sé”.
—Desvístete y métete a la cama —ordenó secamente. A ella no le molestó el tono de sus palabras. Ya estaba acostumbrada a los clientes que tiene sus desplantes de prepotencia. Sólo cerró la puerta, casi azotándola, y se dirigió a la cama. Arrojaba toda su ropa al suelo en el camino a la cama, mientras él, el anónimo en turno, entraba al baño.
Al estar desnuda, se metió entre las sábanas, sintiéndolas frías por un instante. Esperó.

Después de 10 minutos de esperar entre las sábanas, salió Anónimo del baño y le pareció que tenía los ojos rojos. Cubrió la distancia entre el baño y la cama, quedándose momentáneamente de pie, junto a la cama. Ella lo miró con extrañeza desde la almohada. Él, después, quitó todas las sábanas de sobre su cuerpo, dejando sólo una: la más delgada. Con ella, cubrió el cuerpo de Alejandra, totalmente. Alejandra veía sombras a través de la sábana, pero muy difusas. Agudizó el oído.
Por ser delgada la cubierta de su cuerpo, dibujaba perfectamente sus facciones, sus curvas y depresiones femeninas. Alejandra conocía algunos de los juegos eróticos de sus clientes, pero éste era nuevo para ella. Sintió que Anónimo se acostaba junto a ella y se volvió para abrazarlo, quitarle la ropa y comenzar el sexo. Pero él, firmemente, la tomó de los hombros y la obligó a quedarse acostada boca arriba, cubierta con una delgada sábana, de la cabeza a los pies, sin pronunciar palabra. Ella, con un dejo total de extrañeza, accedió y al instante, sintió cómo las manos gruesas y pesadas de él, recorrían su cuerpo sobre la sábana. Cómo le tocaba la cara, descubriendo sus facciones. Cómo le recorría los hombros, los brazos, los senos. Cómo acariciaba el abdomen, el ombligo, el pubis. Cómo rozaba su vello púbico. Cómo viaja por sus piernas, por sus rodillas, por sus tobillos, por sus pies.
—¿No vamos a coger? —dijo Alejandra, pero al oír su propia voz rebotando en el silencio del cuarto, se arrepintió. No era la forma adecuada, para el momento, de expresarlo.
—No —dijo Anónimo simplemente con una voz neutra, sin acento, y siguió acariciando su cuerpo sobre la sábana. Unos segundo después, le pareció oír al hombre llorar en silencio. Se descubrió la cara y alcanzó a verlo limpiarse una lágrima con el dorso de la mano. Ella lo miró fijamente a los ojos, pero la mirada de él estaba sobre la rodilla redonda y lisa de ella. Por fin, tuvo el valor de mirarla a los ojos y ella le preguntó con la mirada.
—Discúlpame, soy un estúpido —murmuró como excusa y comenzó a desvestirse.
Ella lo miró detenidamente mientras terminaba, y cuando estuvo desnudo, se metió entre la sábana delgada y la cama, junto a ella. Lanzó un suspiro y comenzó a tocarla, fríamente. La penetró toscamente y comenzó a hacerle el amor. Ella, haciendo gala de su mejor actuación, le acariciaba la espalda, disfrutando el momento. Pero segundos después, él se detuvo y comenzó a llorar amargamente. A ella ya nada podía extrañarle después de todo lo que sucedió esa noche.
Él se acostó a lado de ella, viendo con lágrimas el techo sin pintar. Ella le acarició el pecho y le dio un beso en la mejilla. Anónimo desvió la mirada hacia el lado contrario. Alejandra arrojó la sábana fuera de la cama, quedando los dos desnudos, acostados e inmóviles. Se decidió y se levantó, pasando una pierna al otro costado de él. Sus facciones no reaccionaron en ninguna forma, y entonces ella comenzó a hacerle el amor, suave, sutilmente, casi con cariño.

Despertó cuando él la empujó hacia el otro lado de la cama. Se había quedado dormida sobre él. Tomó su reloj del suelo y checó la hora. Ya era de madrugada: seis y veinte. El anónimo ya había comenzado a vestirse sin pudor a lado de la cama. Ella lo miró con sus ojos enrimelados hasta que se puso la corbata.
—Te doy quinientos pesos, ¿está bien? —le dijo mientras sacaba dinero de la cartera y hacía unas breves cuentas mentalmente.
—No —respondió ella alarmada, pero él lo interpretó como objeción y sacó otro billete de doscientos, puso el dinero sobre el buró y se dispuso a salir.
—¡No! —repitió ella saliendo precipitadamente de la cama, sin preocuparse de si estaba vestida o no. Tomó los billetes y se los puso en el bolsillo del saco. Extrañado, sacó los billetes del bolsillo y la observó con los ojos llorosos. Le acarició el cuello y la atrajo hacia sí, dándole un beso suave, mientras le acariciaba la espalda y el pelo.
Al separarse, ambos tenían lágrimas en los ojos, pero ninguno quería que el otro las viese. Le dio un beso en la frente a modo de despedida, y al salir le dijo con una sonrisa
—Vístete —a modo de reproche, al verla desnuda en medio del cuarto, y cerró la puerta. Ella se observó en medio del cuarto, desnuda, con lágrimas en los ojos y pensando en el hombre que acababa de salir. Se rió muy bajo, y al agacharse por su ropa, le cayó algo del pelo. Eran los billetes. Setecientos pesos. Corrió a la puerta y al brincar hacia el pasillo se acordó que estaba desnuda. Regresó rápido al cuarto, abrió la ventana, se asomó a buscar al anónimo, y sólo alcanzó a ver cómo éste abordaba un taxi y se perdía en la selva de asfalto. Se vistió con los billetes en la mano y al salir, volvió la mirada hacia la cama destendida, sonrió y cerró la puerta tras de sí.


21 de Noviembre de 1998. Zinapécuaro, Mich.

domingo, 26 de abril de 2009

La corta vida



Como crisálida envuelta en grandes burbujas,
indefensa e inocente en su mundo diametral,
no comprende la gravedad del asunto
en el que se sumerge hasta el cuello.

El predador observa con gula y deseo,
saborea a la crisálida ingenua y dormida,
llega despacio, con dulce aroma que envuelve
y ella se deja atrapar por las garras de la muerte.

Cuántas desdichas traerá al pequeño universo
el ciclo de vida de estas criaturas,
que muertas ambas estarán al final del día
con el dulce sabor a victoria en los labios.

28 de Septiembre de 2000.
México, D.F.

domingo, 19 de abril de 2009

Perhaps a noise...



"With the lights out its less dangerous."

Kurt Donald Cobain

domingo, 12 de abril de 2009

Somos dioses



Tú y yo somos dioses; y como dioses, conocemos el fin del mundo y todos sus inicios. Sabemos las ciencias ocultas y los retazos que componen la humanidad. Tenemos toda la información de la existencia de las criaturas que poblan esta indómita tierra, y tenemos la idea de dónde terminarán, dónde perecerán. Conocemos nuestros poderes, conocemos nuestros alcances, y nuestras limitaciones. Somos dioses y tenemos el poder.
Pero ese es un poder que no sabemos usar aún. Es un poder que sabes puede llegar a estar fuera de nuestras manos y volverse en contra nuestra. Ese poder es casi inconcebible.
Somos dioses con poder; y como dioses con poder, tenemos en nuestras manos el futuro del hombre, tenemos la existencia en un hilo, sabemos que en nosotros está la decisión de un futuro incierto, complejo y desconocido, y solo el cielo azul (más allá de nuestro poder) nos podrá decir cómo encaminar nuestro terrible sufrimiento.
Somos dioses, y como tales, orgullosos. Sabemos que podemos, que tenemos al poder de autodestruirnos, de destruir dioses, de dignificar falsos ídolos y despoblar nuestra ínfima humanidad, la que aún nos queda en algún rincón del cuerpo.
Somos dioses, terribles y gigantescos. No sabemos que con cualquier movimiento podemos crear un vendaval, un terremoto, un huracán o un tifón. No controlamos nuestro poder. Aún no sabemos usarlo. Somos dioses, muy gigantescos para nuestra necesidad, pero pequeños para nuestro deseo.
Somos grotescos, mal formados y ciegos. Dioses terribles que pierden el control y solo agachan la cabeza cuando se sienten regañados por sí mismos. Cuando se dan cuenta de que pudo ser diferente, sólo diferente, diferente, y no mejor.
Somos dioses y parece que aún no estamos conscientes de ello. Parece que no sabemos que en nuestras manos tenemos toda una gama de colores y pinceles, todo un mundo de formas y luces para crear tantas cosas, que aún nuestra imaginación de dioses tardaría años en encontrar.
Somos dioses y creemos que no lo somos. Creemos que solo somos un par de seres humanos indefensos y débiles, esperando algo de la vida, algo que nosotros mismos podríamos crear, pero no tenemos el valor suficiente de hacer por temor a nuestro propio poder. Tenemos miedo de los dioses que somos, dioses de muertos, que nacimos de entre tumbas de algún extraño lugar. Y sin embargo, tu y yo somos dioses, y nada lo va a cambiar.

México, D.F.
Sin fecha (si alguien la tiene, le suplico me recuerde)

domingo, 5 de abril de 2009

Sangre de mi sangre



La navaja de afeitar recorrió sutilmente su muñeca. La sangre tardó un par de segundos en emerger de la herida. Sofía observó como esa tonalidad tan agresiva escurría por su antebrazo. La gota corrió hasta su codo y cayó en una explosión carmín. Sonrió.
Termina una era, pensó, ahora es cuando comienza a emerger la verdadera vida.
Tomó la cuchilla con la mano ensangrentada y cortó la otra muñeca. Esta vez el corte fue más profundo. El dolor viajó hasta su cara, a sus labios y a sus cejas. Pero no por eso dejó de cortar. La sangre manchó la navaja.
Por hoy está bien, dijo en voz alta. Una gota chocó contra su rodilla, tiñendo un punto rojo en su pantalón. Bajó los brazos para que la sangre fluyera rápidamente. Sus manos comenzaron a llenarse de sangre. Agarró la sangre, la palpó, sintió su calidez. Escurría entre sus dedos.
El suicidio comenzaba a parecerle graciosa. Algo divertido. Podría manchar el suelo del baño con sus cuatro litros de sangre si fuese necesario. El olvido de tomar sus pastillas y la hemofilia que padecía serían suficientes. No necesitaría de agua caliente.
Sentada en la taza, con las manos juntas y los codos en las rodillas esperaría hasta que el charco de sangre se transformara en un pequeño lago. No tenía prisa por morir.
Dejó su mente volar, comenzó a viajar sin salir del baño. Y cuando se dio cuenta, estaba tan lejos que no recordaba nada. Tenía la mente en blanco… y las manos rojas.
Pasó su lengua por una herida y se limpió momentáneamente. Después volvió a cubrirse con sangre. El sabor era incatalogable. Un poco dulzón, calificó. Luego se dio cuenta que todo ese olor llenaba el cuarto. No era un gran charco, pero continuaba creciendo. Comenzaba a tener sueño. No recordaba haber visto tanta sangre junta, excepto alguna vez en su periodo.
Cansada, se recostó en el suelo del baño. Extendió los brazos junto al charco hemático y se acurrucó. ¿Tardaría aún?, pensó. La mitad de su campo visual estaba en carmín. El resto era el blanco del mosaico del baño.
Paulatinamente el charco fue creciendo hasta llegar a su pantalón y su blusa blanca con las mangas recogidas. Las prendas absorbían la sangre con avidez, como queriendo recobrar la sangre y devolverla al cuerpo que arropaban. La sangre también alcanzó el cabello de Sofía, humedeciéndolo y apelmazándolo. Pero ella no se enteró. Había cerrado los ojos hacia media hora.

Fin intermedio.

La sangre continuó fluyendo desde sus muñecas. El charco rodeó totalmente el cuerpo de la chica. Las prendas dejaron de absorber sangre, como si supieran que su esfuerzo no valdría de nada. Pero el cabello continuó humedeciéndose con ese líquido vital.
Tal como ella lo había pensado, se formó un pequeño lago con su sangre. La sangre siguió fluyendo hasta que literalmente Sofía se secó. La sangre no alcanzó a llegar a la coladera del baño. Sofía prácticamente flotaba en su sangre.
Sus padres la encontraron cuatro horas después. La sangre seguía líquida. La señora que la preparó para su ataúd, se percató de que el pelo de Sofía había adquirido el rojo de la sangre y sus lavados no consiguieron eliminarlo. Y ahora el cuerpo pesaba la mitad.
En el velorio, siempre estuvo presente ese olor dulzón que caracteriza a la sangre. Lo mismo en el cuarto de baño, además de que los mosaicos y las lozas que fueron blancos, ahora ostentaban un apenas perceptible tono rosado.

Fin final.

31 de Octubre de 2002.
Colima, Col.

domingo, 29 de marzo de 2009

No verbo



Un cigarro entre los dedos y una taza de café entre los labios. Solo en una mesa de un café sobre la avenida de su amor a primera vista.
Los ojos sobre cada uno de los transeúntes. Una señorita, un perro, un hombre en traje, algunos vehículos, un niño. Solamente personas normales. Nada de chica guapa, de ojos negros.
En el reloj, ya las nueve y cuarto. Del cigarro, ahora sólo cenizas, y en la servilleta algunas líneas con tinta negra. La mesa contigua, vacía. La mesa de ella. Otro cigarro entre los dedos. La taza del café, sin café ya.
Las diez y media. De pie entonces y unas monedas sobre la mesa. Enojo y decepción en su mirada, tristeza en su corazón. Pasos rápidos sobre el concreto, y de repente, el silencio.
Silencio en los oídos, silencio en sus ojos, silencio en cada centímetro de su piel. La chica del café, la dama de los ojos bellos, en compañía de un hombre de traje. Juntos por la acera. Risas y caricias.
Media vuelta. Los pasos rápidos con volumen cada vez más bajo. Decepción líquida en sus ojos.


22 de Abril de 1998.
Colima, Col.

domingo, 22 de marzo de 2009

Poesía Interespaciotemporal


Te veo caminar por los pasillos de esta contienda.

El viento jugando escondidas con tu pelo,

tus ojos fijos en la distancia,

aquella que jamás llegará.



Y a veces no estás aquí,

a veces no estás donde quiero.

A veces ni siquiera estás.

A veces ni te sueño.


13 de Noviembre de 2001
México, D.F.

lunes, 16 de marzo de 2009

Perhaps a noise...

( http://abandonadtodaesperanza.blogspot.com/2008/11/rip-paco-ignacio-taibo-i-1924-2008.html )



"Resignarse es perder antes de perder."
Francisco Ignacio Taibo Lavilla González Nava Suárez Vich Manjón

domingo, 8 de marzo de 2009

9.4608 x 10^12



Y el tiempo comienza a correr. Claro que uno eso ya lo sabe y se hace de oídos sordos. Uno cree que eso será para siempre, que jamás se detendrá. Que infinitamente seguirá hasta el fin del mundo, y aún más.
Pero nada más erróneo que esto. El tiempo no es eterno, se acaba, tiene un fin. Se llega al punto en el que no hay marcha hacia adelante; es más, ni hacia atrás.
Quedas en un punto intermedio del que jamás saldrás. Del que no regresarás. Suspendido en el tiempo, agarrado tan solo de un delgado hilo a punto de romperse. Este hilo es lo que siempre has creído saber, todos tus conocimientos, toda tu sabiduría, todas tus creencias y tus ideales.
Y hasta que te des cuenta de qué tan equivocado estabas, ese hilo se romperá y viajarás a velocidades hiperlumínicas, atravesando mundos y estrellas. No te darás cuenta de todo lo que rebasas, hasta que ya estás a millones de años más adelante.
300,000 kilómetros por segundo es mucho tiempo. Hay que tener en cuenta eso.

25 de Febrero de 2002.
México, D.F.

domingo, 1 de marzo de 2009

Polos opuestos



Como el silencio entre los árboles,
como el agua manantial,
como el aire de montaña,
y como la nieve de volcán.

Como la lluvia de Noviembre,
como la golondrina viajera,
como el huracán nocturno,
como el perro vagabundo.

Como el violento invierno,
como la luna menguante,
como el día sofocante,
como beso de amor.

Como cada uno de ellos,
como todos sin excepción,
regresarás, seguro lo harás
pero como todos ellos
me habré ido también.

¿Es este el destino?
La ley de la vida.
No existe el amor,
sólo coincidencias.

Como los imanes,
unidos primero.
Luego un giro se dá,
y todo es distinto.

Pues este imán se irá,
lo diré sólo una vez,
cuando otro giro des
mi polo opuesto verás.


29 de Abril de 1998.
Colima, Col.