sábado, 23 de noviembre de 2013

El domingo de mis neuronas





El domingo de mis neuronas encajetadas solía decirme que nada había como una lluvia a través de las ventanas de ese antiguo hotel. Pero de esas lluvias charcosas, gruesas y blancas, que todo lo empapaban con solo salir un segundo. Nada de vientos que ciscan árboles o enturbian las canaletas de los brazos levantados en torno al cuello. Tampoco truenos y rayos que deslumbran durante las noches de luna grande y láctea, de esa luna de pestañas enormes y senos de bilé. Nada como eso.
Pero también me decía que los juegos de clorofila y grillos cantores eran como estar varados en medio de la nada. Como ver la noche a través de una ventana empañada, entre claroscuros y cuentos de terror. ¿Sientes que te observan? Nada, que no hay como estar desnudos, haciendo el amor entre anécdotas de cereza y recuerdos de papel.
Cada vez desplazaba más y más a otros de mis días. Pronto dejé de saborear ese jueves que también tenía lo suyo. Con jueves en particular de aquel 1999, relleno de deliciosas tazas de café y
pequeños panecillos divertidos y azucarosos. Congelados por enfrente y amargos de este lado. Claro, siempre pensando en la niebla de las nueve de la noche.
Hasta aquel paisaje de dos mil arbustos que cubrían los terciopelos del desierto árabe. Pero con esas playas de petróleo y rubís acalambrados. Todo eso se conjuga para darte el sazón de casa.
Ni siquiera un lunes de adiós y betún. Cómo olvidar las noches húmedas de cigarrillos.
Nada, nada como eso.


20 de Junio 2012 - 11 de Junio 2013.
Villa de Mitla - Soledad Salinas; Oaxaca.
 

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Lugares que no existen





¿Qué me dicen tus ojos? ¿Por qué miran con esa gracia coqueta? ¿Por qué tienes ojos que sonríen? ¿Por qué ven hacia ese punto en el que uno no está? Que uno quiere estar pero no está. Esa aura que lo rodea a uno, que por definición, es un espacio que uno no lo puede ocupar. Que se expande como uno crece.

Pero tú ves en ese lugar, tú te das cuenta que uno quisiera estar ahí y es ahí donde ves.
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Y sonríes con cara al viento. Y los codos en el barandal y las manos en las mejillas y tu vista hacia el infinito nocturno de la noche cálida subhúmeda. Pero mientras miras y viajas por el tiempo, también dices “ven conmigo y te llevo a pasear”. Dices cosas que nunca dirás y piensas cosas compartidas. Juegas con las palabras y juegas con las ideas, juegas con tu sonrisa y haces que uno desee estar en esa sonrisa. En esas palabras. En esa idea.
Pero al contrario, sabe uno que está cayendo en un remolino descendente con cientos de lugares alrededor. Cae flotando, cae uno con la sonrisa en la cara, viajas cada vez más lejos y casi agradeces esta última visión que te provoca un espejo mal cortado en medio de la selva.
No quieres irte. Pero no puedes volver. ¿Qué hace que la distancia y el tiempo sean prohibidos para ti? nunca sucede, jamás en ningún lado. No tienes espacio ni tiempo, eres atemporal, intangible, impensable, un estado de la materia que aún no se inventa, no estás ni en tus pensamientos.
¿Qué sucede contigo? ¿Por qué no me dejas entrar a tus ojos?  Nunca en un papel. A veces, ni siquiera en una idea, un pensamiento. Solo sucedes en momentos que jamás existirán. Un tiempo imposible, un lugar de una dimensión, un punto en la lejanía de tu mirada.
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Y uno quiere hacer lo mismo, uno quiere sonreírte con los ojos. Uno quiere verte donde quieres estar, pero no lo logras; eso es cualidad tuya. No se puede pertenecer a esa sonrisa, no puedes pertenecer a esa atemporalidad que sugiere que ya estas lejos.
Y es en la distancia cuando regresa el foco y pierdes borrosidad, te ves con una nitidez increíble, hasta pareces real. Es en ningún lugar y en ningún tiempo, donde y cuando tú, como idea, te vuelves tangible, regresas al estado basal más nítido y es entonces cuando me perteneces, cuando logro cruzar esa barrera de infinitas aristas y millones de reflejos, solo para tenerte otra vez cerca y escuchar tus ojos y beber de esa sonrisa tan contagiosa, de lluvia seca en áridos paisajes.
Pero la paradoja nunca regresa para jamás irse. Y así tan cerca te pierdes en esa aura que nos rodea, te sumerges en esas aguas que desafían la gravedad y corren montaña arriba. Y me ves donde quiero estar, y pronto te adelantas y ya corres en direcciones opuestas. Ya te alejas y dejas atrás tus recuerdos, como fotos amarillentas de color quebradizo. Y sucede que en esas fotos viejas, en las fotos que no apareces, es donde mejor te ves.


04 de Noviembre de 2013
La Soledad Salinas, Oaxaca