domingo, 23 de agosto de 2009

Aquí nada sucede.




¿Pero que sucede aquí? Ya hasta los gatos suenan más amigables. Estas distancias tan relativas nos acercan cada vez más al inexorable final, de aquel que siempre estamos queriendo escapar, pero que eventualmente habrá de alcanzarnos y nos llevará con él. Hasta el final. Pero no se puede tenerlo todo. A veces, habrá que dar nuestro bracito a torcer y dejar la manita de puerco donde está, para poder seguir siendo lo que deseábamos ser alguna vez.

21 de Febrero de 2007.
Xalapa de Enríquez, Ver.

viernes, 21 de agosto de 2009

Canto de lluvia.



Fue una explosión a la inversa, como en negativo para atrás. Así como desenvolviendo un fractal, o una cinta Möbius amarilla un lunes por la tarde. Así de raro, y aún más porque era jueves y llovía.
La vio pasar tranquilamente por la acera de enfrente, mientras él se resguardaba bajo la lona roja de la paletería donde solía ir por ser la única del rumbo que vendía nieve de garrafa. Se quedó como pasmado, nomás viéndola con su paraguas, gabardina y esos pasos tranquilos y firmes. Hasta parecía que ni pisaba la banqueta mojada. Le vio los ojos bajos y tristes, y fue entonces lo de la explosión Möbius.
La nieve se le derritió a la mitad en la mano, mientras él veía como ella se alejaba poco a poco. Y cuando escampó, se reprochó constantemente por no haberla seguido. ¿Qué si ella iba pensando que el agua flotaba a milímetros del suelo, y las gotas gritaban cuando se estrellaban en esa delgadísima capa de aire sin tocar el asfalto negro y oleoso? Él lo entendería perfectamente y comprendería su consternación. Hasta podrían salvar esas gotas de una muerte misteriosa en la coladera juntos.
En la noche soñó lo de siempre.
Días como longaniza sin cocer fueron pasando y él se sentía desamparado. Bajó drásticamente su consumo de nieve de garrafa a pesar de que se quedaba varias horas cerca de la paletería para ver si pasaba de nuevo la chica del paraguas. Casi siempre pensaba en lombrices corriendo cuando esperaba ahí. Regresaba con la última canción que escuchaba en el radiecito que tenían en la paletería rebotándole en la cabeza. Casi siempre escuchaban La Zeta.
Comenzó a deprimirse. ¿Era para tanto? Él se ponía a pensar en eso. Sólo la había visto una vez, y no muy bien por la lluvia y su cara agachada. No podía ser enamoramiento. No platicó con ella, no le llegó el aroma de su cabello ni sintió la piel cálida de su mano o su mejilla. ¿Por qué se martirizaba tanto al esperarla por horas? No lo sabía realmente, pero tampoco faltaba a su cita en la banqueta de la paletería. ¿Faltaría la lluvia? Ese día que la vio estaba lloviendo. Después ya no llovió. Posiblemente era de esas chicas que crecen en los jardines de la ciudad cuando llueve. De esas que nacen en las cortezas de los árboles, o entre las hojas secas... o igual y a alguien se le cayó de la bolsa por ir corriendo para no mojarse.
Esa chica lo tenía trastornado. Lo estaba poniendo mal. Ya hasta comenzaba a soñar en colores la estática de la televisión. Tenía que dejarlo.
Decidió hacer de tripas corazón y tomó una decisión difícil: tiempo atrás tenía la adicción de contar las cochinillas de abajo de las piedras en el jardín de su casa. Era eterno, porque trataba de dejarlas como estaban antes de molestarlas, pero después de la última roca quería verificar si no había llegado otra cochinilla a la primer piedra mientras él estaba distraído contando las otras. Retomaría esa adicción para evitar salir a esperar a la chica. La idea lógica era que si había salido de esa adicción antes, podría salir de nuevo.
Total que hasta la fecha, sigue contando cochinillas. Cosa que se hubiera ahorrado si hubiera puesto más atención a las noticias que luego pasaban en el radiecito de la paletería, ya que un micro se patinó en el asfalto mojado y atropelló a la chica del paraguas aquel día de lluvia. Cuentan que despertó en el hospital con tremendo chichón, un brazo con triple fractura e infinidad de raspones. Ella dijo que sintió cómo las tripas se le voltearon como calcetín cuando la atropelló el micro. Más o menos como cuando dejas caer una gota de plomo derretido en el agua, o como cuando te levantas rápido y te mareas, pero al revés.


México, D.F.
21 de Agosto de 2009

viernes, 14 de agosto de 2009

Ya tres semanas... ¡Chispas!

Sí, sí, sí... ya sé. "No has escrito nada en tres semanas". Acepto enteramente la culpa. La verdad como que andaba desganadón, además de que no encontraba mi carpeta donde están las hojas con mis cuentos. Eso sin contar que perdí unos porque llovió y se inundó el estudio y se mojó una libretita donde solía escribir mis cuentos cuando salía a campo o de viaje no académico. Las hojas de la libretita se pegaron y cuando se intentó despegarlas, rompiéronse. La tinta aguantó.


En fin, eso llevó a que me diera un nosequé que queseyo y pues dejara de escribir semanalmente. Además de que hubo ciertos contratiempos que no permitieron el buen desarrollo del blogsito.
Total, que nomás era para avisarles que se los debo y aunque tarde, estarán aquí.
¡Salud!