domingo, 1 de febrero de 2009

La isla



Despiértame cuando todo esto acabe. Déjame dormir este sueño. Déjame soñar este sentir que tengo por ti. Déjame sentir esta maravillosa aventura que recorre entre brincos los poros de mi piel. Déjame brincar sobre tus cabellos de ríos muertos. Los mismos ríos que alguna vez arrojaron mi navío contra tus escolleras, contra tus costas llenas de bancos y asesinas de barcos esperanzados con llegar a la costa sanos y salvos, y poder poner un pie en aquella tierra indómita que espera con ansia, pero también con depredación, aquel que habrá de llevarte al otro lado del infierno que disfrutas a cada momento de tu vida.
Déjame flotar por entre tus piernas, volar sobre tus carnes de color canela y admirar la vista desde mi aeroplano que desvive por vivirte, que se destruye al sentirte cerca, al igual que el fénix, resurgiendo de entre el dolor y del sufrimiento, de entre tu sudor y humo de cigarrillo. Volaré por los vapores de tu aroma y esquivaré tus ideas que disparadas saldrán de lo más profundo de tu incipiente e ingenuo orgasmo.
Déjame viajarte a pie. Déjame contratar al explorador que sobrevive en tu mente retorcida, que viaja mientras lo hagas viajar, que explora tu céntrico armazón, que camina en reversa y de cabeza, que solo mira hacia atrás y con los ojos del tiempo cerrados a más no poder. Déjame intentar el mapa. Intentar que intento una ruta que nadie conoce, que los sentimientos imponen y que la creatividad dispone. Que nadie sabe para quien trabaja, y el trabajo nunca mató a nadie. No quiero dejarte ver mis ideas que brotan a cada paso, pero sí quiero dejarte que me dejes dejarte.
Déjame ser alguien que piense que te quiere. Déjame salir de aquí y te prometo que nunca regresaré con las manos vacías. Déjame encerrado y contaré tu historia una y otra vez. Te haré (tu) historia y serás lo que siempre has querido ser. Seremos y seré lo que nunca soñamos, seres de ensueño, soñado y añorado, reptante y crepitante, seres sin ojos y con más piel, para darnos cuenta que seremos seres hechos para sentir, para dejar de ver, para volvernos eternos y morir hoy mismo. Hoy que ya ha pasado. Hoy que nada tenemos que hacer aquí. Hoy, que no fue nuestro día.

3 de Febrero de 2006.
México, D.F.

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