miércoles, 13 de agosto de 2008

Solsbury Hill (Hoy quiero caminar)


(cuento para leerse con la canción de Solsbury Hill, de Peter Gabriel)

Saliste un domingo a caminar y respiraste ese aire puro del que te habían vetado desde hace quincenas. Saliste y miraste de nuevo el sol, aquel sol que habías cambiado por unas paupérrimas lámparas de luz lechosa y azulada. Saliste a caminar y usaste las piernas que creíste no tener por sentirlas dormidas, aletargadas.
Caminaste libre y contenta. Con toda la sonrisa que te permitía ese aroma a pasto recién cortado. Hasta olvidaste tu aversión a caminar entre la gente y los perros callejeros. No olvidaste mirar a los dos lados de la calle, ni ver sobre el hombro para no dejar atrás a tu delirio de persecución.
Tus ojos miraron de frente, ya tanto, que te viste seis calles adelante, aún caminando y observando lo que la vida te ponía en el camino. Te observaste sacar un cigarro y encenderlo. Aspirar y dejar que el humo se te escapara de entre los labios. Te viste descansar en una banca del jardín cercano. Te viste sentar y cruzar la pierna imperturbablemente ante ese sol y ese viento que te revoloteaba los cabellos. Te viste mirar a la expectativa el resto del mundo. Cómo las cosas cambiaban ante tus ojos y una sin darse cuenta. Fumar despacio, mientras tu te acercabas cada vez más a ti. Las seis calles caminando ahora solo eran un suspiro y el cigarro se hacía cada vez más pequeño.
¿Cuándo llegarías contigo?
Pensaste que quizá no sería bueno, verte ahí, sentada y descansando de tu mundo ajetreado, de tus horas de trabajo y tus sinfines fines de semana. Te habías ganado ese descanso. Tu recompensa era ese cigarro que te había costado horas de ojos, horas de manos en agua fría, horas de estar parada, hasta horas de sueño.
Aspiraste fuertemente y el olor a pasto recién cortado te entró por cada poro de tu cuerpo. La última fumada de cigarro y te irías. Justo antes de que llegaras contigo a la banca del parque. ¿Te esperarías? ¿Dejarías que te vieras descansando ese día de asueto en que te habías dado espacio para caminar y lo último que querías era verte descansando, fumándote un cigarro en una banquita del parque, con tantas otras cosas que hacer, que comprar, que terminar?
No te ibas a dar ese gusto. Que te hicieras bolas tu sola. Tu ya habías descansado y estabas lista para emprender la marcha de nuevo. Arrojaste el cigarro, acomodaste tu bolsa en el hombro y emprendiste la marcha, justo segundos antes de que llegaras a la banca del parque y estuvieras en la disyuntiva de fumarte un cigarro y descansar un rato, o seguir caminando y hacer lo que tienes que hacer, terminar las cosas, comprar lo que te falta...

Xalapa de Enríquez, Veracruz.
29 de Abril de 2004.

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