Comenzó con un pequeño goteo. Nada importante, pensó. Pero eventualmente
fue perdiendo consistencia, se consumía despacio. El derretimiento fue
haciéndose más severo y las partes más distales se fueron acabando.
Los dedos fueron los primeros en irse. La punta de la nariz y las
orejas. Después le quedaron los muñones de brazos y piernas. La cabeza perdía
volumen alarmantemente. Hasta que el cerebro fue el que quedó al último pero se
evaporó rápidamente y ni siquiera dejó una mancha o alguna sustancia gelatinosa
en el suelo.
Se puso a pensar que el evento había sido tan rápido que no le dio
tiempo de definir que era lo que iba a hacer cuando se completara la fusión.
Bueno, ya estaba en eso así que lo podría hacer en ese momento.
Pero primero quería saber donde estaba parado (el humor ante todo)
porque ahora no era tangible. ¿Cómo podía pensar si sus neuronas se habían
evaporado? ¿Cómo seguía viendo a su alrededor si sus ojos se hicieron humo?
¿Respiraba?
No le dio mucha importancia a eso, ya que seguía pensando, viendo y al
parecer el respirar no era relevante en su nuevo estado de la materia. Y si era
así, entonces podría bucear eternamente sin tener que salir a respirar. Aunque
pensándolo bien, ¿para que querría bucear eternamente? Un par de horas tal vez.
La desventaja es que no había un cuerpo de agua cercano para probar la teoría…
“¿Y que onda con la antimaterialidad?” Si se había evaporado y no era
tangible, a lo mejor podría atravesar paredes y esas ondas. “Bueno, paredes y
cosas sólidas.” Así que se dirigió hacia abajo. Efectivamente, podía sumergirse
en el suelo y avanzar y avanzar a través de capas de concreto, de formaciones
rocosas, de estratos pétreos. En teoría, pensó, podría revisar cada centímetro
del planeta para ver dónde hay petróleo, podría hacerme millonario. Claro, la
cuestión sería la comunicación. Sin cuerdas vocales no podría decirle a nadie.
Además, en su estado era difícil saber si el dinero serviría de algo. Dejó eso
para después, tal vez más adelante podría ser de utilidad esa nueva
característica.
¿Qué tal volar? Si atravesó roca maciza, seguro podría levantar el
vuelo. Salió rápidamente de la tierra y sí, estaba viajando a buena velocidad
hacia esa zona azul sobre su cabeza… sobre de él. ¿Cómo se desplazaba? Tal vez
con solo pensarlo se movía. No tenía que aletear o correr. ¿Y que tan rápido
podía hacerlo?
Se encontró afuera de una casa color salmón con protecciones azules en
las ventanas y de puerta de madera. ¿Dónde era eso? Por lo visto podía viajar
instantáneamente, lo malo es que no sabía ni donde estaba ese lugar. Se acercó
lo suficiente a un coche estacionado para ver las placas. Sí, era su estado y
parecía su ciudad. Pero no recordaba la casa.
“Vamos a entrar, total, no creo que puedan verme.” Y entró sin tocar la
puerta, revisando cada rincón de la casa sin reconocer nada. Sala, cocina,
comedor, escaleras, habitaciones… En una de ellas estaba una chica trabajando
en su computadora. Se le hacía remotamente conocida, además de guapa. “¿Dónde
he visto antes a esta chica?” Ella no se dio por enterada de una presencia
extra en la habitación. Entonces se dedicó a revisar lo que había en la
habitación. “De preferencia fotos”, para saber dónde podía haberla visto.
Libretas, ropa interior, zapatos, juguetes infantiles, discos compactos
(“¿Quién escucha Mireille Mathieu?”), uniformes escolares… Ya está grandecita
para el colegio, pensó. Y hurgó un poco más por ahí hasta que encontró las
fotos de su colegio. Claro, había ido al colegio de la calle Margaritas, donde
él también había ido. Y resultó que era Cecilia, la niña de quien siempre
estuvo enamorado. “Con razón se me hacía conocida… ¡qué guapa se puso!” Pero
tenía varios años que no sabía nada de ella. De hecho, desde que salieron del
colegio solo la vio una vez más en un súper haciendo compras y ya. Trataba de
pensar porqué había aparecido fuera de su casa pero no le cuadraba la idea.
Supongo que tendré que tener más cuidado cuando quiera viajar al instante,
pensó preocupado. Pero ya que estaba ahí, trataría de sacarle el mayor provecho.
Trató de hablarle, gritarle, de mover algún lápiz para escribir hola (y se
alegró de no lograrlo porque pensándolo detenidamente seguro iba a resultar
contraproducente y ella saldría corriendo de su casa despavorida porque su
lápiz tenía posesión demoníaca o algo así), o algún tipo de comunicación pero
nada. Era invisible, insaboro, incoloro e incomunicoro. Ni modo, la idea del
petróleo quedó desechada inmediatamente.
Como que se decepcionó un poco de sus nuevas capacidades. ¿De que servía
no ser visto y entrar sin problemas a la habitación de una hermosa chica si no
podría hablarle…? Pero claro, podría verla desnuda cuando saliera de tomar su
baño. Una sonrisa se imaginó que se dibujaría en su alguna-vez-rostro. Mientras
tanto, tendría que esperar a que se decidiera a tomar su baño, o de perdida un
cambio de ropa. Pero se veía muy concentrada en su labor. “…Con la finalidad de
concederle la garantía de audiencia consagrada en el segundo párrafo del
artículo 14 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexic… guak, verborrea
legaliode, ya decía yo que nadie es perfecto.”
Así que sentose a esperar y esperar. No sabía si el tiempo en ese estado
material era diferente pero sentía que ya llevaba como varias horas viéndola
trabajar y ya estaba aburrido. Así que después de la cuarta vez de lo que él
creía que era un bostezo decidió probar cosas nuevas. Si no podía escucharle,
tal vez podría sentirlo.
Y tomó asiento justo donde ella estaba sentada, quedando dentro de ella,
de frente a la computadora. Ella detuvo su escritura un momento, extrañada. Se
acomodó en su silla y siguió trabajando.
“Ajá, seguro me sintió, sino no se hubiera detenido”. Y comenzó a
experimentar: trató de oprimir teclas que no iban, trató de mover el ratón, de
mover la silla, de cambiar la página y un sin fin de etcéteras. Nada funcionó…
hasta que se dio cuenta que nada funcionaba. Ella suspiró como exasperada.
“Ajá, ya entendí. No puede sentirme físicamente, así que será por
sentimientos.” Y en efecto, comenzó a recordar cosas que le hacían enojar: que
el helado se le derritiera y le mojara los dedos, que las cascaritas de las
palomitas se le atoraran entre los dientes, que los microbuseros se pusieran a
subir y bajar pasaje ocupando dos y hasta tres carriles, que tuviera como seis
calcetines en su cajón y que no se hiciera ni un par… Las fallas de ella en la
mecanografiada se hicieron más recurrentes y resoplaba cuando se equivocaba.
Creo que se está enojando, pensó divertido. Ella se detuvo y suspiró
sonriendo. Siguió con su tarea un poco más tranquila y sin equivocarse. “Mmmh,
justo cuando comencé a divertirme fue cuando ella dejó de enojarse.”
Así que probó a excitarse, tal vez con eso subiría su temperatura (y
libido) y se desnudaría para tomar un baño. ¡Éxito! Así que comenzó a recordar
cosas eróticas que le habían pasado, las mujeres que de una u otra forma le
habían parecido atractivas y sensuales. Como en broma, hasta recordó a la niña
que le gustaba en el colegio… a ella que
reflejaba su cara en la pantalla de la computadora. Retomó sus fantasías
eróticas y las volvió intrincados sueños en los que piel femenina aparecía en
los cuatro puntos cardinales y en las cuatro dimensiones. “Espero que esto no
la haga creer que le gustan las mujeres… aunque no suena a mala idea.” Pero
ella parecía no reaccionar a esas sensaciones. Seguía trabajando, tecleando con
celeridad y leyendo esos gruesos libros de derecho penal o vaya a saber que
derecho estaba leyendo. Al parecer no responde a excitación por féminas, pensó,
pero si me imagino a hombres nunca voy a excitarme… Y no bien estaba
reflexionando la causa-efecto cuando
-¡Bueno, ya estuvo! –dijo ella y se levantó de la silla y dejó sus
libros ahí. Se soltó el pelo y comenzó a quitarse la blusa, sus zapatos y a
desabrocharse el pantalón. “¡Excelente, tomará su baño y la veré desnuda!”
Pero ella no pensaba tomar un baño. Cerró la puerta de su habitación con
seguro antes de quitarse sus últimas prendas y saltó a la cama. Cerró los ojos
y comenzó a masturbarse lentamente. “Esto sí que no me lo esperaba.” Pero
aprovechó la circunstancia y se recostó dentro de ella. Siguió imaginando
erotismo a la octava potencia y ella comenzó a gemir suave y progresivamente.
También sus movimientos comenzaron a hacerse más rápidos, más intensos.
Arqueaba la espalda y estiraba los dedos de los pies. Se acariciaba los muslos,
el cuello y el vientre. Sus fluidos le humedecían la mano, haciendo que sus
dedos resbalaran a su interior. Y sus gemidos evolucionaron en una respiración
agitada, llegando hasta un grito ahogado al alcanzar el orgasmo…
Descansó unos minutos recostada en la cama, recuperando el ritmo de su
respiración normal. Se levantó perezosamente y se dirigió a tomar ese baño tan
esperado. Se enjabonó sin usar el estropajo y salió con una bata y la cabeza
envuelta en una toalla. Tomó asiento y continuó con el teclado de la
computadora y la lectura de sus libros gruesos y aburridos. Él seguía
posicionado en la cama. Tal vez no esté tan mal esta situación, después de
todo, pensó.
12 de Abril de 2011.
Mineral El Realito, Guanajuato.
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