Lentamente
viajando en la obscuridad, sin prisas y sin emociones, como un pequeño feto
dando vueltas. Sin siquiera tratar de ver hacia afuera, darse cuenta de qué le
sucede a uno, indagando algo, conociendo, esperando. Pequeños cometas girando
como tirabuzón en tu dirección, chocando y haciéndote sonreír. Cosquillas,
dices. Calidez, tal vez, dentro de esa absoluta obscuridad.
Todo
el entorno comienza a acercarse a ti. Tomar una porción de tu cuerpo, tocarte,
saludarte, simplemente verte de cerca, cómo tu sonrisa y tus ojos cerrados
pueden hacerte ver como la pequeña supernova que imaginas que sería divertido
conocer. Polvo estelar rociado como harina de galleta.
Y
ese acercamiento incluye la atracción de cuerpos celestes. Planetas vienen a
verte, más cometas se acercan a acariciarte, nebulosas, gigantes blancas y
rojas endemoniadas. Tu gravitación te hace ganar velocidad, comienzas a
desplazarte más rápido. Es curioso, porque entre más se acercan a querer
tocarte, más rápido te mueves, más rápido te alejas de ellos. Ríes. Es como un
juego de niños, cada vez los evitas más y cada vez es más divertido cuando no
te tocan, con tu sonrisa obscura y esa infancia a flor de piel.
Pero
de pronto te das cuenta que ya no tienes quién te siga, ya los dejas muy atrás.
Y eso porque ya vas tan rápido que apenas abres los ojos, y el viento te impide
ver, tienes que hacer de tus párpados un par de rendijas pequeñitas para apenas
atisbar esa tenue obscuridad que ahora se ve extrañamente iluminada en algunos
lugares.
Ahora
vas tan rápido que ves al tiempo quedarse atrás, lo dejaste atrás de tan veloz
que ahora viajas. Vas tan rápido que ya nada te parece que fuera a tocarte, tan
rápido que estás dejando la obscuridad atrás. Tan rápido que ni la obscuridad
puede alcanzarte. Y es entonces cuando sucede la colisión.
Tan
espectacular y destructiva que no alcanzan varios mundos para destruirse con
ella. Salen fragmentos de luz despedidos en todas direcciones, fragmentos de
tiempo y fragmentos de lugar. Todo se despedaza en la explosión de las seis
dimensiones.
Tú
te quedas ahí, aturdida. Porque te acabas de dar cuenta que ahora eres parte
del sistema, y tendrás que esperar que alguien llegue con su gravedad para
hacerte caminar.
10 de Agosto de 2010.
Culiacán Rosales, Sinaloa.
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