El domingo de mis neuronas encajetadas solía decirme que nada había
como una lluvia a través de las ventanas de ese antiguo hotel. Pero de esas
lluvias charcosas, gruesas y blancas, que todo lo empapaban con solo salir un
segundo. Nada de vientos que ciscan árboles o enturbian las canaletas de los
brazos levantados en torno al cuello. Tampoco truenos y rayos que deslumbran
durante las noches de luna grande y láctea, de esa luna de pestañas enormes y
senos de bilé. Nada como eso.
Pero también me decía que los juegos de clorofila y grillos cantores eran como estar varados en medio de la nada. Como ver la noche a través de una ventana empañada, entre claroscuros y cuentos de terror. ¿Sientes que te observan? Nada, que no hay como estar desnudos, haciendo el amor entre anécdotas de cereza y recuerdos de papel.
Cada vez desplazaba más y más a otros de mis días. Pronto dejé de saborear ese jueves que también tenía lo suyo. Con jueves en particular de aquel 1999, relleno de deliciosas tazas de café y
pequeños panecillos divertidos y azucarosos. Congelados por enfrente y amargos de este lado. Claro, siempre pensando en la niebla de las nueve de la noche.
Hasta aquel paisaje de dos mil arbustos que cubrían los terciopelos del desierto árabe. Pero con esas playas de petróleo y rubís acalambrados. Todo eso se conjuga para darte el sazón de casa.
Ni siquiera un lunes de adiós y betún. Cómo olvidar las noches húmedas de cigarrillos.
Nada, nada como eso.
Pero también me decía que los juegos de clorofila y grillos cantores eran como estar varados en medio de la nada. Como ver la noche a través de una ventana empañada, entre claroscuros y cuentos de terror. ¿Sientes que te observan? Nada, que no hay como estar desnudos, haciendo el amor entre anécdotas de cereza y recuerdos de papel.
Cada vez desplazaba más y más a otros de mis días. Pronto dejé de saborear ese jueves que también tenía lo suyo. Con jueves en particular de aquel 1999, relleno de deliciosas tazas de café y
pequeños panecillos divertidos y azucarosos. Congelados por enfrente y amargos de este lado. Claro, siempre pensando en la niebla de las nueve de la noche.
Hasta aquel paisaje de dos mil arbustos que cubrían los terciopelos del desierto árabe. Pero con esas playas de petróleo y rubís acalambrados. Todo eso se conjuga para darte el sazón de casa.
Ni siquiera un lunes de adiós y betún. Cómo olvidar las noches húmedas de cigarrillos.
Nada, nada como eso.
20 de Junio 2012 - 11 de Junio 2013.
Villa de Mitla - Soledad Salinas; Oaxaca.
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