sábado, 23 de agosto de 2008

Donde el tiempo no existe


La distancia siempre no es la misma. Cómo se expande el tiempo y luego vuelve a su lugar, justo junto a ti. Cómo desearías ser alguien más, alguien conciente, alguien de veras cuerdo. Sin tantas trabas en tus manos, que te permitieran sentir esas textura de tu toalla de baño, los relieves de tu taza de tomar café, los nudos en tu edredón al apretarlos fuerte durante esos amores nocturnos de grillos intoxicados con aliento de cerveza.
Nunca existe el tiempo. No posees tiempo. ¿Y cómo hacerlo si ni siquiera tienes un reloj? Eres más sin eso que dices que quisieras en algún momento poseer. Te atas más de lo que alguna vez llegaste a imaginar. Imaginar, que buena palabra. Te describe en el contexto que alguna vez quisiste ser, pero que a la fecha, te alejas cada vez más de ese sueño. No tienes ni fuerzas ni ganas en tratar de recordarlo. Se perdió entre esas cajas de zapatos, entre los polvos con los que te cubres la cara, entre las noches solitarias del Nevermind en el estéreo. ¿Qué es la distancia cuando no sabes ni siquiera cuánto es lo que te has alejado de las noches de chocolate?
Pierdes tu tiempo que no tienes. Se te escapa de entre las manos como el cachorro de tus dorados once al cruzar la calle. Y así te sientes, fuera del planeta al saberlo perdido de entre toneladas de acero a cien kilómetros por hora. Y no quieres separarte de ese sentimiento, porque sabes que una vez perdido, nunca lo podrás tener otra vez contigo. Sentir el suave respirar sin pensar en el suave respirar. Eres tan frágil que ya no sabes a que no temerle. Ya eres para ti una amenaza.
No vuelves porque no sabes del tiempo. No sabes que alguna vez te fuiste de ti. Te pierdes en tus laberintos mentales y ya no sabes que estás ahí dentro. Esa esquina que tantos problemas te dio por no saber la salida, se ha convertido en ese magnífico refugio en el que eres feliz, en el que puedes ver al resto del planeta, en el que no tienes miedo de meter el pie en la piscina, en el que ni siquiera existe una piscina que pueda llegar a provocarte miedo.
Mirando hacia dentro. ¿Qué ves? ¿Qué me puedes mostrar que no me hayas mostrado ya? No existes en ti, no sientes con esa piel tan delgada y tan sabor a café nocturno de noches enteras. No caminas con tus piernas carentes de bronceado, parsimonia en Venus y destruye en Júpiter, dios de dioses. Donde tu niebla gris y picante no existe más, que te has ido a fundirte en una con la montaña de deseos, de anhelos y esperanzas. Donde tus estúpidos sentidos no forman parte de una realidad, donde ni siquiera quieres creer que el loop ya te alcanzó y pierdes más intentando que todo cuadre como te gusta, cuando tu eres esa bidimensionalidad de ese punto Möebius al que jamás has querido integrarte.
Millones de años luz pasando solo en domingo. Donde tu muerte era más dulce que mis manos decadentes y pútridas paseando por destellos de luz dorada con miras al profundo negro de tus sueños y esperanzas. La niebla de tu voz aderezada con mis campos dorados convertidos en ríos de fría nostalgia. ¿Sabes que la luna de queso nunca nos dejará escapar? Para eso, nunca el tiempo faltará.

6 de Diciembre de 2006.
México, D. F.

2 comentarios:

PASTO dijo...

Es verdad el comentario que me dejaste. Yo hay veces que no se si lo quiero olvidar!

Rafa Martínez dijo...

"Recuerdo incluso lo que no quiero. Olvidar no puedo lo que quiero."
Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano.

"Sepan que olvidar lo malo también es tener memoria."
José Hernández (1834-1886) Periodista y poeta argentino.

Ambas son buenas.