domingo, 5 de julio de 2009

Runaway train


(Para leerse escuchando la canción del mismo nombre)
La luna me acompaña en mi travesía citadina. No es llena, pero su cuarto creciente ilumina bastante la soledad de la noche. No es bella, pero su presencia me basta. Ella me acompaña.
Por otro lado, estoy solo en la calle. Camino por las grises y sucias banquetas de mi ciudad. El viento, que parece acompañarme, va en dirección contraria. Él quiere regresar. Yo no.
Sobre esos pasos que he caminado no habré de volver. No preguntes por qué, Luna nocturna, yo mismo no lo sé.
Y no lo sabré mientras tenga una larga calle frente a mí. Tendré que recorrerla toda antes de dar media vuelta y volver. Pero esta calle parece nunca acabar. Deseo que nunca acabe. Siempre adelante. Aunque las sombras de la ciudad oculten verdades que me sea difícil enfrentar. No regresaré.
Quiero llegar hasta el fin del mundo, y un poco más allá. Quiero llegar a donde nadie más a llegado. Quiero ir a donde nadie más ha querido ir. Quiero darle la vuelta al infierno y volver de las brasas para burlarme del frío que ahora me acongoja. No hay retorno. No debe haberlo.
Pero, Luna, que mi camino haces placentero, no puedo lograrlo sin tu ayuda. Necesito alas de plata para salir de este callejón.
Y es que no me escuchas. No logro levantar mi voz hasta las alturas en que te encuentras. Ni siquiera este viento incierto me puede elevar a tus niveles.

Solo por las banquetas. Caminando sin rumbo, aunque parezca lo contrario. Las manos en las bolsas y la barbilla pegada al pecho. ¿Hacia adonde voy?
Ya estoy cansado, tengo frío y hambre; pero quiero seguir caminando. No he vuelto la vista atrás. No quiero tomar ese retorno que, tan tentador, me llama. Luna parece aburrida, quiere irse a dormir. ¡Oh, agraciada Luna! Que en tu lecho esperan los soles de medianoche. Y mis calles me reclaman como las hojas de otoño la morada que las vio nacer. Caminar, que la noche es para eso.

El momento de la verdad se acerca. La noche torna en sombra de la sombra y su capa la envuelve en soledad grotesca. Pronto amanecerá. Y entonces mis calles dejarán de ser mías, y las sombras que acechaban hace horas, serán juguetones juegos de luces. Las grises banquetas que me guiaban en la obscuridad se llenarán de texturas y colores. Serán de los caminantes que no llegan a ningún lugar. Profanarán las banquetas que sorteaban mi destino y burlábanse de mi infortunio. Con el picor de la estrella sobre mi cara y yo sin haber encontrado mi camino.

Y tendré que hacer algo rápido, antes de que la bóveda se tiña de sangre y perturbe toda la negra tranquilidad que se forma en mis calles citadinas.
Y tendré que barajar la posibilidad de tomar el retorno o seguir con el tiempo contado.
Y tendré que pensarlo rápido, pues la daga de luz a cortado el vientre de la esfera obscura, que sobre mi cabeza grita que ya es muy tarde, que corra y me esconda, que huya despavorido, que me oculte en algún recoveco.

Y volveré a la puerta que me vio nacer. Tomaré ese camino que hace horas estaba decidido a olvidar. La noche, desdeñosa, me lanza la última mirada de desaprobación. Yo lo sé, he fallado. Y la Luna murió en vano, pues no caminé mi camino de grises banquetas.
Pero la madre nocturna es comprensiva. Mañana nacerá de nuevo, para guiar a sus hijos perdidos a encontrar el camino a casa.
Y yo estaré entre ellos; ahora sí, para llegar a mi sombra gemela, al otro lado de la noche.



14 de Marzo del 2000.
México, D.F.

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