lunes, 30 de junio de 2008

Sexo en primavera


El Cristo amaneció de cabeza. Marta se contrarió muchísimo, pero se subió sin zapatos a la cama y lo puso derecho. Asintió en forma de reto y salió muy contenta de la habitación, llevándose su bolsa de basura. Después barrió el resto de la casa: empezó por la habitación de a lado y terminó con la cocina. Limpió la mesa y lavó los platos y los vasos. Tuvo que tallar más fuerte el vaso de ella porque ese labial no se despegaba tan fácilmente. Trapeó mejor que otros días y hasta juntó la ropa sucia para lavarla más tarde.
Se dio un baño rápido y se puso un vestido con escote cuadrado y falda amplia, apenas por abajo de las rodillas. Se veía muy primaveral. Tomó el dinero que había dejado en el tocador cuando barrió y guardó el anillo de oro en el cajón de siempre.
Al salir tomó la bolsa de la basura y la puso en la esquina, después enfiló al mercado. Compró un kilo de casi todo, excepto de cilantro, perejil y ajos. Del cilantro y del perejil fueron cinco pesos ("un robo") por un manojito, y de la cabeza de ajo fueron como tres pesos. Se le perdieron diez pesos y el de las frutas le regaló un puñito de fresas porque "está usté muy chula, güerita". El queso subió dos pesos, un huevo se le estrelló cuando dos niños pasaron corriendo junto a ella y compró otra escoba porque la otra no limpiaba bien.
De regreso compró una botella de vino, ahora escogió blanco, y un litro de leche para el gatito que luego se asomaba a su casa y le limpiaba de ratones.
Guardó todo, preparó una comida frugal y luego se dispuso a lavar la ropa. A medio camino se arrepintió y "mejor la lavo mañana". Vio un poco de televisión, se adormiló un poco y a las siete saltó y corrió a bañarse.
Este fue un baño más lento, más a profundidad, más sensual. Tomaba el jabón y lo desplazaba lentamente por todas sus curvas, por todos sus recovecos mientras el agua corría cálida por su cuerpo. El olor del jabón de jazmín la enervaba y terminó masturbándose intensamente. Salió desnuda del baño y aún escurriendo. Solo tomó la toalla para secarse el pelo y así, desnuda comenzó a pintarse tranquilamente, maquillándose lo mejor y pacientemente que se podía. Para cuando terminó, su pelo estaba casi seco, su cara irradiaba vivacidad y su cuerpo destilaba sensualidad. Su ropa interior cabía fácilmente en una caja de cerillos y el vestido que escogió era mucho más provocativo que el de la mañana. Zapatos de tacón alto y una bolsa pequeña. Salió a la calle.
Pronto regresó a casa. Con esa figura y esa mirada, podía cautivar hasta el mismísimo Narciso. Pero quien la acompañaba ni remotamente se le acercaba. Era más bien moreno claro, un poco gordo, lampiño, ebrio y de modales muy lejos de un caballero. El preludio fue breve. No se acabaron el vino blanco, las velas quedaron encendidas y el queso no fue tocado cuando pasaron a la recámara.
Marta desabrochó su vestido por los hombros y dejó que resbalara por su cuerpo hasta sus tobillos. Sus zapatillas volaron diestramente, y el tipo se encargó de arrancarle el resto de la ropa al saltar sobre ella con los pantalones a las rodillas.
Ella sonreía, y él babea y mugía como vaca, queriendo quitarse los pantalones sin despegar las manos las nalgas de Marta y los labios de sus senos. Por fin se logró quitar toda la ropa (excepto los calcetines) y le penetró con una exclamación de gozo y triunfo. Sin abrir los ojos, comenzó a penetrarla consecutivamente, aproximándose cada vez más al orgasmo. Fue hasta que ella abrió los labios, enseñando los dientes, cuando el individuo se detuvo.
El hombre abrió los ojos desmesuradamente y gritó, al sentir que algo lo presionaba fuertemente en la base del pene. Era como si unos dientecillos alrededor de los labios vaginales lo estuvieran mordiendo, y tragando poco a poco. Gritó y trató de separarse de esa vagina andropófaga, pero la presión era muy fuerte. Veía horrorizado como ella gozaba viéndolo sufrir, desesperado, mientras era tragado por sus genitales. Pronto comenzó a entrar la cadera, y la cintura a la vagina. Estaba devorándolo todo.
Marta, con las piernas abiertas, veía como el hombre penetraba a sus entrañas, vía vagina, desesperado y horrorizado. Las piernas ya iban en las rodillas y se acercaba a los hombros. El hombre aún se resistía, pero era obvio quien ganaría esa batalla. Cuando casi estaba por tragarlo todo, le quitó los calcetines y, doblándose, le dio un beso en la frente al tipo que veía que sus esfuerzos habían sido en vano. Se lo comió entero.
Con la orilla de la sábana, se limpió la entrepierna y "que rico es coger" mientras se acomodaba de lado para disponerse a dormir. En medio de la cama.

20 de Febrero de 2004.
Xalapa, Veracruz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este me gusto mucho. Es mas desinteresado,...diablos y tenias que haberlo escrito en xalapa-

Rafa Martínez dijo...

¿Sabes? Nació en principio de una historia que recordaba vagamente. Algo sobre ritos satánicos con los cristos de cabeza. Parecía un buen comienzo. Ahora, la historia no me convenció del todo, pero creo que al final se arregló un poco.
El espacio donde fue escrito está un poco más difícil de explicarlo. Supongo que fue donde emergió la imaginación... ¿quién soy yo para negarme?
Espero no interfiera mucho con tu modus vivendi.